Fernando Mollinedo C.
Como consecuencia de esta vorágine de acontecimientos que el año 2020 ha traído a Guatemala, escribo hoy en forma hipotética para plasmar las ideas, sentimientos, pensamientos e inquietudes de muchas personas con quienes he platicado respecto de la realidad social, política y económica que estamos viviendo.
Si me muriera hoy me iría con la angustia de saber que otra vez, hay funcionarios y empleados con malísimos antecedentes penales, civiles, administrativos y personales que ejercen cargos de funcionarios públicos sin tener la solvencia moral, calidad y capacidad requerida y mucho menos el finiquito o solvencia de la Contraloría General de Cuentas.
Mis últimos pensamientos serían: ¿dónde está todo el dinero que el Gobierno de Guatemala ha recibido en concepto de donaciones por parte de la iniciativa privada y entidades extranjeras? ¿y los aparatos electrodomésticos donados por las empresas comerciales, más los equipos médicos ¿estarán inventariados o fueron susceptibles de hueveo vil y descarado como cuando ocurrió el terremoto de 1976 con las carpas que vendían los militares, las cuales fueron donadas por varios países?
Pensaría también, que la mayoría de los funcionarios y gran parte de la población guatemalteca que incluye todos los estratos económicos y sociales (canches, morenos, mestizos, letrados e iletrados, educados y vulgares, fanáticos religiosos y deportivos, gordos, flacos, bonitos y feos, y hasta algunos colados extranjeros que se creen la… de Nerón y en sus países fueron anodinos empleaditos y vulgares ladrones), esos que utilizan aparatos tecnológicos de última generación pero no han superado la fase primitiva del pensar como lo hicieron nuestros antepasados, actuando de manera dogmática defendiendo sus “valores” de manera ciega, obcecada, estúpida e irracional para cometer horrendos asesinatos en nombre de su Dios.
Me llevaría la idea que el 90% de las personas que fungieron y fungen como autoridades educativas, fueron mercaderes de la educación pues vendieron sus servicios personales y profesionales a la sociedad a precios exorbitantes a cambio de un miserable desempeño personal sin importarles lograr los propósitos educativos para el desarrollo personal de la niñez y por ende de la sociedad guatemalteca.
En términos generales, me iría desilusionado de ver la pobreza ética y moral de los comerciantes nacionales y extranjeros que, aglutinados o apuñuscados en gremiales, cámaras, comités y asociaciones se han dedicado desde hace muchísimos años a vender sus productos y mercaderías en forma usurera aprovechándose de las necesidades de la población.
No podría descansar en paz al llevarme el pensamiento negativo de comparar: 1) el boato presidencial en la SAAS con la miseria del campesinado que apenas sobrevive en las montañas o en el corredor seco; 2) la hipocresía religiosa de la indulgencia espiritual a cambio del diezmo y la limosna; 3) los exorbitantes precios de los combustibles respecto a los precios más bajos en otros países y, 4) la entrega inmisericorde de los recursos naturales a empresas extranjeras a cambio de unos dólares más.