Mariela Castañón

mcastanon@lahora.com.gt

Licenciada en Ciencias de la Comunicación, once años de ejercicio periodístico en la cobertura de niñez, juventud, violencias, género y policiales. Becaria de: Cosecha Roja, Red de Periodistas Judiciales de América Latina, Buenos Aires, Argentina (2017); Diplomado online El Periodista de la Era Digital como Agente y Líder de la Transformación Social, Tecnológico de Monterrey, México (2016); Programa para Periodistas Edward R. Murrow, Embajada de los Estados Unidos en Guatemala (2014). Premio Nacional de Periodismo (2017) por mejor cobertura diaria, Instituto de Previsión Social del Periodista (IPSP). Reconocimiento por la "cobertura humana en temas dramáticos", Asociación de Periodistas de Guatemala (2017). Primer lugar en el concurso Periodístico “Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes”, otorgado por la Asociación Pasmo, Proyecto USAID (2013).

post author

Mariela Castañón
mcastanon@lahora.com.gt

En Guatemala, un buen porcentaje de nuestra gente vive en muy duras y terribles condiciones, por falta de servicios básicos, de empleo, condiciones dignas de vida, entre otras carencias. El coronavirus y las consecuencias del confinamiento obligado exponen ampliamente la desigualdad y la injusticia, donde se ha llegado al punto de poner en la balanza salir a trabajar y enfermarse de COVID-19, o morir de hambre.

El pasado 19 de mayo, un grupo de trabajadores de una fábrica ubicada en San Miguel Petapa, donde se detectaron casos de coronavirus, guardaban la esperanza de continuar trabajando, sin embargo, esa empresa cerró debido a la situación.

Los trabajadores dijeron que deseaban continuar en sus labores, a pesar de los riesgos en salud que representaba la cadena de contagios.

Preocupa mucho como estas personas ponen en la balanza la necesidad económica y de llevar el sustento a sus familias, aunque puedan enfermarse de coronavirus. La necesidad es sin duda, tan grande para exponerse de esa forma.

Mientras que quienes no tienen un ingreso fijo y se dedican a la economía informal la están pasando mal, porque ni siquiera pueden reunir los Q30 diarios o menos, que les permitía comprar tortillas y garantizarse un plato de frijoles.

Hace algunas semanas hablé con una señora que trabaja junto con su esposo en la economía informal. Ella recolecta latas y su cónyuge vende helados de Q1. Ella indicó que difícilmente estaban reuniendo los Q30 diarios que obtenían antes de la pandemia. Esta familia está integrada por cuatro personas: dos adultos y dos niños.

Asimismo, he visto a tantas personas que se dedican a la venta informal, tratando de comercializar dulces, servilletas bordadas, helados y otros productos. Las preocupaciones son grandes cuando hay familia que mantener, hijos que alimentar, pagos de alquiler y deudas.

La población guatemalteca sigue saliendo de sus casas para tratar de llevar el sustento a su hogar. Aquí es el dilema: enfermarse de coronavirus o morir de hambre.

El coronavirus y las consecuencias del confinamiento obligado evidencian la desigualdad y la injusticia de un país como Guatemala, donde algunos viven en opulencia por la corrupción y la explotación, y otros sobreviven con lo poco que tienen.

Ojalá algún día lleguen verdaderos líderes a gobernar Guatemala, para que piensen con equidad, inclusión y sabiduría en la población y no en sus intereses. En este momento no creo en nadie, porque las acciones han sido incongruentes con los discursos que se emiten.

Mientras tanto, ayudémonos unos con otros y compartamos lo que podemos con quienes lo necesitan y están cerca, porque en este momento hay necesidad en todos lados. La solidaridad siempre nos ha caracterizado como país y nos ha ayudado a levantarnos de las tragedias más grandes.

Artículo anteriorGiammattei mal, la ultraderecha peor
Artículo siguienteAcuerdos, … ¿ni en la crisis?