Alfonso Mata
Una epidemia magnífica la relación entre los sistemas económicos y las condiciones de existencia de la población. Ilumina dimensiones poco conocidas de las mentalidades ideológicas y creencias religiosas e ilustra los esfuerzos y las carencias para cuidar la salud pública. A su vez, las epidemias son a veces un estímulo para la ampliación de la autoridad del estado y sirven de lente de aumento para observar los temores, prejuicios normas y estereotipos sobre los enfermos, el cuerpo humano, el género, los grupos étnicos y las clases sociales, de políticos y población.
En nuestro medio se reúnen dos condiciones que potencializan el impacto negativo de lucha contra cualquier enfermedad: Una, la pobreza y la ignorancia y la otra la infraestructura sanitaria inadecuada. Pero hay otro factor escondido detrás de estas dos situaciones y es la falta de respeto de parte de las autoridades y de la población a los métodos sanitarios y a las medidas sanitarias, pues hay que considerar que los factores para una buena salud, no solamente las produce la asistencia médica, la producen también las técnicas y políticas adecuadas e implementadas para combatir los determinantes y causales de la enfermedad y eso tiene que aunarse de una forma integral a reacciones positivas sociales; reacciones que en este momento se ven limitadas por una mentalidad política y social predominante centrada en la medicalización.
El fenómeno que más agudiza una situación de salud en una epidemia son sus medidas impopulares dentro de los sectores populares: la suspensión de negocios, de comunicación y medios de transporte, cierre de fábricas e industrias, el desempleo, la inmovilización social, que generan violencia, el aislamiento de enfermos y la introducción de técnicas sanitarias que alteran por completo la costumbre social, generando más pobreza y resentimiento, que indudablemente necesita una víctima, que generalmente durante y después de las pandemias es el MSPAS. Hay otro factor social que se agrega a esto y es que las pandemias suele revelar el desequilibrio de las condiciones de vida de los grupos de población urbanos y rurales y la falta de dedicación institucional y privada a los más necesitados y al final de la historia los turistas, la población migrante y todo aquello que tiene que ver con condiciones de vida paupérrima, suelen ser tildados de responsables del desarrollo de la enfermedad aunque no siempre de su origen.
Otro fenómeno negativo para enfrentar adecuadamente la pandemia, es que el político dentro de ella, centra su mayor interés en su futuro político, dedicándose a usar el alivio del dolor ajeno, como medio de propaganda y haciendo uso del recurso público como dadiva, para elevar ante la opinión pública su calidad política dejando en segundo plano el proceso técnico científico más conveniente para el manejo de la situación.
Por lo tanto, no extraña que las pandemias en países políticamente débiles como el nuestro, terminen en situaciones desastrosas en todos sus aspectos: sanitarios, sociales y económicos. Más se convierten en una lucha político social qué científico y técnica, creando de esa forma obstáculos para un control exitoso de la epidemia y un desencuentro aún más agudo social político y sanitario al final del cuento.