Adolfo Mazariegos

En las últimas décadas del siglo pasado los autores Lipset y Rokkan (Seymour Martin Lipset y Stein Rokkan, respectivamente) popularizaron el concepto “clivaje”, término que utilizaron para referirse a una suerte de escisión en el marco de ciertos fenómenos abordados por las ciencias sociales, particularmente ciencia política y sociología, aunque no con exclusividad ciertamente; una suerte de parteaguas o línea horizontal mediante la cual, tomando como base quizá un trauma (golpe) o momento violento, se divide una cosa en dos. Hoy día, con todo lo que está ocurriendo en el mundo como producto de la pandemia que a todos nos alcanza de alguna manera, podríamos utilizar dicho término para referirnos a un antes y un después de la pandemia, lo cual nos llevará, inevitablemente -queramos o no-, a formar parte de una nueva normalidad a la que tendremos que acostumbrarnos más tarde o más temprano, y que no durará dos o tres meses como ya se aprecia, sino quizá dos o tres años (o quizá más, quién sabe). Esa nueva normalidad incluirá, por ejemplo, entre otras cosas, el uso prolongado e incómodo (pero necesario, seguramente) de mascarillas; periodos prolongados de espera quizá bajo el sol o aguantando las inclemencias del tiempo y tomando medidas de distanciamiento físico, en filas de bancos, tiendas, supermercados o almacenes; saludos lejanos y con poca efusividad a amigos, parientes y compañeros de actividades cotidianas; uso de tecnología, particularmente computadores e Internet (quienes pueden disponer de ello) para la realización de teletrabajo, estudios virtuales y encuentros grupales; los conciertos, obras de teatro, presentaciones de libros, actividades religiosas o torneos deportivos, probablemente tendrán que reiniciarse sin espectadores in situ; y, en muchos casos, seguramente, estaremos expuestos a un ojo crítico, indiscreto o controlador (según sea el caso) en virtud de que todo llamará la atención y hasta quizá sea objeto de reprobación o sanción: desde una débil tosecilla, hasta el incumplimiento de ciertas reglas mediante las cuales se nos permitirá ingresar a mercados, comercios, restaurantes, instituciones públicas e incluso hospitales y clínicas médicas, saltarán a la vista. El regreso a la normalidad, que será realmente una nueva normalidad, no obstante, no debe causar pánico, no debe ocasionar psicosis, es algo a lo que tenemos que enfrentarnos y bueno es que lo aceptemos de buen grado por el bien de todos, por más que nos cueste o por más que nos desagrade la idea. Es imposible que todos los seres humanos nos inmunicemos de la noche a la mañana para no ser susceptibles al contagio, y la creación de una vacuna cuyos efectos sean realmente los esperados tomará aún algo de tiempo. Lo que sí debe llamarnos a la atención en todo caso, puesto que ya está ocurriendo y pareciera ser un efecto colateral de la pandemia, aunque ciertamente ya venía de antes y ahora simplemente se hace más visible, es una paradójica “deshumanización de la humanidad”…, si acaso cabe la expresión. Algo que sin duda, merece un trato por separado.

Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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