Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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El jueves, aprovechando que se había excusado de asistir a la sesión del Congreso por motivos de salud, los que luego explicó en el sentido de que como es mayor de 60 años está dentro de los que más riesgo corren si contraen el coronavirus, el diputado Mario Taracena fue interceptado por un grupo de vecinos que no le dejó pasar hacia su chalet en las playas de Chiquimulilla y que con firmeza impidieron que llegara a su casa de vacaciones cuando ya iba evidentemente preparados para disfrutar de los días de la Semana Santa. Vestido de acuerdo a la época, el hasta hace poco eterno aliado de Sandra Torres trató de convencer a los pobladores que no iba a vacacionar sino sólo a dejar una moto y pagar la planilla. Sin groserías pero con firmeza, lo obligaron a llamar a su guardián para que recogiera la moto y lo despacharon de vuelta a fin de que su comitiva no fuera fuente de contagio en un lugar donde el COVID-19 aún no ha llegado, por la gracia de Dios.

Anoche circularon videos en donde se observa a autoridades locales de Puerto de San José haciendo inspección en las urbanizaciones a la orilla de la playa, para “asegurarse” que no hubiera presencia de gente llegada de la capital que pudiera ser portadora del virus. Eso después de un acuerdo municipal que se dictó para prohibir el ingreso de veraneantes a la jurisdicción municipal y de que se supo que mucha gente estaba haciendo planes para ir a pasar, como en cualquier año normal, su descanso de Semana Santa en las playas josefinas.

Se trata de signos que deben tomarse en cuenta porque se están dando reacciones que nadie hubiera imaginado. En condiciones normales la Semana Santa y el movimiento de personas es una oportunidad de muchos pueblos para que los comercios y la gente se agencie de ingresos extraordinarios, pero ni siquiera esa necesidad evitó que autoridades y pobladores dispusieran con firmeza impedir la celebración anual.

Otra situación preocupante es la reducción notable en las remesas familiares que envían los esforzados y ahora más que nunca sufridos migrantes desde Estados Unidos. Es sabido que buena parte de la paz y tranquilidad que se vive en el país es resultado de que muchísima gente tiene la mesa con comida diariamente gracias a esos envíos que se hacen con sangre, sudor y lágrimas, pero el desempleo brutal causado por la pandemia en Estados Unidos ha afectado severa y dramáticamente a nuestros compatriotas que están en condición irregular. Y al no recibir más su remesa, esa gente empezará a verse en verdaderos trapos de cucaracha y eso es algo que no nos conviene como país.

Mientras todo esos signos se van dando, los diputados siguen haciendo de las suyas y se empieza a ver un masivo repudio a esas actuaciones que son ya costumbre en nuestra clase política. Es tiempo de abrir los ojos para pensar en los demás y no en dobletes ni compra venta de votos. Si ese ingenio se usara para bien, muchas cosas buenas podrían salir en beneficio de la población.

Y como hoy dijo en un mensaje el Papa Francisco: “En estos momentos de dolor, la gente hace muchas cosas buenas; pero también surgen ideas para aprovecharse del momento en beneficio propio, para obtener ganancias. #OremosJuntos para que el Señor nos dé a todos una conciencia recta, transparente.”

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