En Los Ángeles las autoridades usaron el sentido común y extremaron las medidas contra el COVID-19. Foto La Hora/AP

En la novedad del coronavirus las lecciones se están escribiendo día a día porque no existen antecedentes más que aquellos que ofrecen los países donde el virus llegó antes. Ayer el Alcalde de la ciudad de Los Ángeles en California dijo que muchos días, cuando apenas afloraba uno que otro caso, él tuvo una conferencia con más de 250 Alcaldes de Estados Unidos, de diferentes Estados, y que ante las dudas de algunos sobre cuál era el momento de empezar a disponer medidas de fuerte contención, como forzar a la gente a quedarse en la casa, él les dijo que nadie los iba a juzgar y menos a condenar por hacer algo demasiado pronto, pero que los muertos que llevarían en la conciencia por hacer algo demasiado tarde es lo que nadie se podría quitar de la conciencia.

El argumento es sencillo. Toda medida tiene costo económico y político, pero se tendrá que tomar tarde o temprano y la más elemental lógica indica que si de todos modos hemos de llegar a extremos, es mejor hacerlo antes, cuando se puede contener más el contagio y salvar vidas, que cuando el mismo desborde a las comunidades y muchos mueran. El tema económico es una de las mayores preocupaciones de los políticos porque quieren postergar a toda costa la pérdida de empleos con el consiguiente descontento de la población, pero tenemos que entender que ese descontento será mínimo comparado con el que se puede generar cuando los hospitales no se den abasto para atender a los enfermos y la gente se empiece a morir por falta de atención.

El Alcalde de Los Ángeles no es un experto en salud pública pero es un hombre con sentido común, ese mismo que le hace falta a tanta gente en el mundo, empezando por el mismo Presidente de los Estados Unidos que sigue desbarrando cuando ofrece declaraciones ante la prensa en ese nuevo tipo de “reality show” en que ha convertido las diarias y larguísimas conferencias de prensa para hablar sobre la pandemia. El Alcalde es un político que entendió que esto no es un juego sino un drama en el que nadie puede ponerse a pensar si le puede sacar provecho electoral o económico porque esos resultados no se darán. Y es tan grande la catástrofe que los errores se van a pagar demasiado caros.

Y por ello la lección de que es mejor equivocarse por tomar rápidamente decisiones en vez de esperar a hacerlo cuando las “circunstancias lo demanden”, es clarísima y muy fácil de entender.

Redacción La Hora

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