Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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La entrevista que hizo La Hora a Juan Luis y Angelis Siekavizza fue antes de que se conociera el amaño del proceso de elección de las Cortes que destapó la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI), protagonizado por el presidiario Gustavo Alejos que supo jugar las piezas de la impunidad para ser trasladado a un Hospital donde se le facilitaron los medios para que volviera a ser el gran operador del Pacto de Corruptos, orquestando primero la alianza en el Congreso para controlar al Poder Legislativo, y luego con las Comisiones de Postulación para asegurar que los postulados fueran los que se comprometieron con él a garantizar impunidad a todos los que han sido señalados de corrupción.

Pero destaca que cuando hablaron del calvario que ha significado su vida desde el día en que mataron a su hija, hicieron ver lo duro que es vivir con la incertidumbre de no saber dónde fue abandonado su cuerpo, pero que más duro aún ha sido tener que soportar los efectos de la impunidad que existe en nuestro país y que han impedido, nueve años después del crimen, avanzar en el proceso para castigar al responsable y a sus cómplices, los que se han encargado de ocultar todos los hechos de esa fatídica noche en la que Cristina Siekavizza fue agredida brutalmente.

Y es que si a la impunidad hay que ponerle un rostro para entender sus efectos es preciso colocar en el marco la fotografía de Juan Luis y Angelis Siekavizza quienes, con tenacidad y una fortaleza moral impresionante, han seguido dando la batalla pese a las notables evidencias de cómo se mueven los círculos de poder para apañar el crimen y asegurar impunidad cuando el sindicado es alguien de esa rosca que no está supuesta a ser nunca sindicada y menos a tener que enfrentar una acusación penal fundamentada.

Millones de letras se han escrito para hablar de la impunidad y lo que significa en una sociedad como la nuestra, pero al verla plasmada en un proceso específico, en el que los padres buscan justicia por el asesinato de una hija y deben responder a los nietos, tras cada audiencia, que no hubo ningún avance porque todo sigue enmarañado por esa forma de entretener maliciosamente a la justicia, se entiende más claramente lo que ese ancestral vicio de nuestra sociedad significa y las implicaciones que tiene. Porque no se trata solo del castigo a los culpables, sino de la elemental reparación que tiene que haber para quienes han sido víctimas directas o indirectas de esa enorme variedad de crímenes sin castigo que son parte del folclore nacional.

Sabemos y atestiguamos cómo se mueven las fuerzas oscuras que dominan el escenario nacional para regresarnos al pasado, a antes del 2015 cuando se abrió una luz de esperanza que pudiera permitir la construcción de un verdadero Estado de derecho. Y es por efectos de la presión de la opinión pública y de esas acciones del 2015 que el Caso Siekavizza no se ha cerrado burdamente como quisiera la contraparte, pero si imaginamos lo que es vivir todos los días con esa pesada sepultura podremos entender por qué es tan necesario y urgente luchar contra la impunidad.

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