Douglas Abadía

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Politólogo, asesor y consultor político, miembro de Analistas Independientes de Guatemala, Docente Universitario.

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Lic. Douglas Abadía
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En los países de América Central las elecciones no son un fenómeno nuevo. Durante los 44 años de la dictadura familiar de los Somoza, en Nicaragua, hubo más de ocho elecciones presidenciales, ninguna de las cuales fue libre o limpia. En El Salvador, los militares estuvieron en el gobierno, con el control directo del poder ejecutivo, desde 1932 hasta 1979 y durante ese largo período histórico hubo muchos eventos electorales, pero ninguno puede calificarse como democrático pues nunca dejaron el gobierno.  En Guatemala, durante casi un cuarto de siglo, hasta 1985 hubo elecciones periódicas; en las que por cierto siempre ganaron los militares, pues en muchas de las ocasiones fueron fraudulentas. En Honduras ha sido menor el control militar, hasta 1980 se reconstituyó el bipartidismo tradicional. Otro caso, en Costa Rica a partir de 1948, las elecciones fueron libres y limpias, fecha que en ese país se considera como el inicio de la democracia moderna.

Con esta tradición de elecciones fraudulentas y arregladas, bajo control militar, es natural que cuando dejan de ser así convirtiéndose en procesos competitivos, abiertos, plurales, se considera que algo fundamental ha cambiado en la vida política y que la democracia ha llegado. Los centroamericanos sabemos por experiencia directa que se ha abierto así un nuevo período en la historia nacional de cada país.

Una nueva época histórica que empezó en la década de los ochentas se ha mantenido hasta el presente; sin embargo, la década de los noventa es distinta puesto que pone fin a conflictos armados, a la guerra civil que hubo en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. En el ambiente de paz que se crea y con proyectos de reconstrucción nacional que acompañaron a los Acuerdos de Paz, se da un impulso importante al desarrollo democrático.

La democracia es electoral puesto que el acto de elegir presidente y autoridades parlamentarias o municipales constituye la principal sino la única actividad ciudadana. Y quien vota lo hace en un entorno de relativa libertad, sin los miedos o el terror del pasado autoritario, pudiendo escoger entre una gama de ofertas partidarias, por cierto, todas muy parecidas. En todo caso, lo más importante es que la gente tiene la certeza general, a veces imprecisa; pero cierta, de que quienes cuentan los votos lo hacen con transparencia y prontitud. El voto es libre y el sufragio es honesto.

La democracia que se empieza a vivir en esta etapa de transición en América Central, cumple con un conjunto de formalidades y de procedimientos mínimos, indispensables. Por ejemplo, incorpora a la vieja experiencia electoral la novedad de que hay competencia entre partidos y que no se sabe, quién va a ganar. Por ello gana crédito la noción de que la democracia es un sistema para escoger libremente a quienes van a gobernar, en que también se puede perder.

No hay que olvidar que la instauración de la democracia ocurre en sociedades como las centroamericanas donde la mayoría de la población padece de una grave situación de pobreza, vive en el medio rural y un porcentaje aún significativo es analfabeto. Es decir, en un medio socioeconómico donde no se dan las condiciones favorables para que surjan importantes sectores de clase media, que es la condición que la sociología de la modernización siempre argumentó a favor de la democracia. O en otras palabras, la democracia electoral se está practicando, a contrapelo de la teoría, en un medio social adverso.

Continuará…

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