Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Por Jorge Santos

El poeta guatemalteco Humberto Ak´abal (1952-2019) en su poema Camino al revés estableció que “de vez en cuando camino al revés: es mi modo de recordar. Si caminara sólo hacia delante, te podría contar cómo es el olvido”. Este poema, aunque corto, tiene una significancia mayor por su contenido, por el enorme sentido de reconocer que no se puede construir presente y futuro, sin pasar necesariamente por el reconocimiento del pasado. Más importante aún para una sociedad que su historia está plagada de violencia y terror de Estado.

El 23 de enero, a tan sólo nueve días de haber tomado posesión de la Presidencia, Alejandro Giammattei vociferaba frente a la Marina del Ejército que, “tanto los miembros de la Marina, los señores miembros del Ejército y también señores miembros de la Policía Nacional (obvió darle el último título de civil), hoy tendrán un Presidente que no permitirá que aquellos que hayan cumplido con su deber, tengan que ser enjuiciados y encarcelados, vamos a defenderlos aún a costa de nuestro propio puesto”. Esta fracción del discurso presidencial se convierte en una licencia para que, como en otros tiempos de la historia, el funcionario pagado con nuestros impuestos, cometa delitos bajo el argumento del cumplimiento de su deber.

Y es que pareciera que, al hoy Presidente, se le olvida los diez meses de prisión que sufrió por las siete ejecuciones extrajudiciales que una estructura criminal cometió. Dicha estructura estaba encabezada por funcionarios de instituciones públicas, a la cual él mismo pertenecía y que bajo el supuesto cumplimiento del deber realizaron delitos graves. Pero si eso no lo recuerda o argumenta que no fue declarado culpable al final del amañado proceso judicial, habrá que voltear a ver hacia el pasado y recordar que sus compañeros de fórmula de aquel entonces, Víctor Soto Diéguez y Erwin Sperisen cumplen sendas condenas precisamente por considerar que se encontraban por encima de ley y que cometiendo delitos iban a eliminar a otros que también los cometieron.

Habrá que recordarle, las veces que sea necesario, que, aunque él hiciera de la toma de posesión un show e ingresado con la canción de “a mi manera”, en Guatemala existe un marco legal vigente, que por más caprichos rabiosos debe de ser cumplido y que no puede ser confundido el cumplimiento del deber, con el cometimiento de delitos graves. Y es que, para un país como Guatemala, no es poca cosa, ya que somos hoy por hoy una sociedad que sufrió el delito de genocidio, precisamente por dictadores mesiánicos, quienes consideraban que las cosas podían hacerse “a su manera” y que el “cumplimiento del deber” implicaba matar civiles, masacrar comunidades enteras, torturar, desaparecer forzosamente a niños y niñas, violar sexualmente y secuestrar estudiantes, profesionales, campesinos, religiosos y sindicalistas.

Hoy está a tiempo, no sólo de dejar de expresar este tipo de discursos permisivos para cometer delitos, sino para demostrar su compromiso con la paz y nombrar a funcionarios alejados de la realización de este tipo de actos.

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