Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

Se fue Jimmy Morales y llega Alejandro Giammattei. Revisando las notas de prensa sobre el traspaso presidencial en Guatemala, advierto con desconsuelo que desde 1986, cuando Guatemala salió de las dictaduras militares, el ritual de la transferencia sigue una regularidad asombrosa. El nuevo Presidente llega con las esperanzas puestas de un cada vez más minoritario sector de la población y un escepticismo de otro cada vez más mayoritario. El nuevo mandatario hace promesas mientras el anterior sale por la puerta de atrás con gran desprestigio y a menudo con la expectativa probable de la cárcel. El partido que lo llevó a la Presidencia tiene fecha de caducidad y pronto entrará en la larga lista de siglas que terminan siendo olvidadas y enterradas. Eso sucedió con un partido que era vigoroso como la Democracia Cristiana, incluso sucedió con el FRG de Portillo/Ríos Montt, con el PAN de Arzú, con la Gana de Berger, el Patriota de Pérez Molina, sucederá con el FCN de Morales y es más que probable que suceda con el VAMOS de Giammattei. La excepción hasta el momento es la UNE de Álvaro Colom, amenazada no con la extinción sino con la suspensión del registro.

Ayer observamos nuevamente un discurso inaugural con una retórica que repite los mismos temas. El flamante Presidente prometió acabar con la corrupción, terminar con la desnutrición que afecta al 50% de los niños de Guatemala y declarar como terroristas a los miles de jóvenes que engrosan las distintas pandillas delincuenciales. Por supuesto que Giammattei es un firme partidario de la pena de muerte y buscará reinstaurarla. De hecho, hace unos años fue acusado y estuvo en prisión por el asesinato de siete delincuentes en uno de los principales penales del país. Cierta o no la acusación, es un hecho el que es partidario de la represión para resolver el flagelo delincuencial. Así las cosas, le oímos nuevamente el aburrido discurso de la “mano dura” cuyas acciones han resultado previsiblemente ineficaces.

Resulta también sin fundamento el discurso del Presidente contra la corrupción cuando él mismo llega a la Presidencia como resultado del triunfo del tinglado de corruptos intereses (“el Pacto de Corruptos”). Ese Pacto que eliminó de la contienda presidencial a Thelma Aldana, la única figura que tenía realmente la voluntad de eliminar la venalidad de la elite política. Resulta inútil hablar de las maras como terroristas, blandir la pena de muerte, cuando el país se debate entre la miseria y el desempleo y decenas de miles de jóvenes ven una alternativa en el crimen organizado en sus distintos niveles. ¿Cómo eliminar la desnutrición de la mitad de la niñez, sin plantearse seriamente un programa de reformas sociales y de redistribución de la riqueza?

Es Alejandro Giammattei un gobernante más impuesto por los mismos sectores de la derecha que han hundido al país desde 1954. Queda por despejar la incógnita de si destronará a Jimmy Morales del triste título de ser el peor Presidente que Guatemala ha tenido en su historia. Hagan sus apuestas.

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