Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Con fundadas razones se ha desatado una polémica alrededor de algunas producciones difundidas en Netflix en las que se hace un serio agravio a la figura de Jesucristo y muchas personas han tomado la decisión de cesar su suscripción de ese servicio en señal de protesta. Cada persona tiene todo el derecho de vivir de acuerdo a sus creencias particulares en el plano espiritual y, por supuesto, de sentirse ofendido cuando de manera burda, tras la búsqueda de fortalecer una agenda modernista en términos de inclusión sexual, se manosea la figura del mismo Cristo en una producción que se sustenta en el principio del derecho a la libre expresión del pensamiento.

A lo largo de la historia ha sido corriente el manoseo de la divinidad y es notorio que algunos la ajustan a sus propios intereses y la colocan para su propio servicio, lo que se puede observar fácilmente en la manera, por ejemplo, en que en los últimos tiempos se ha dado en propagar que las autoridades son designadas por Dios y que por lo tanto los creyentes tienen que asumir posiciones que del respeto pasan a la sumisión.

Fue precisamente Netflix el medio que dio a conocer globalmente cómo es que opera La Familia, la poderosa organización cristiana conocida como The Fellowship, al realizar una producción sobre la obra escrita por el periodista Jeff Sharlet, quien en su juventud participó de esa organización conociéndola por dentro con tanto detalle como para entender su nivel de influencia y poder político en los Estados Unidos y que han extendido a otros lugares del mundo donde se repite la tesis de que los gobernantes son iluminados escogidos por Dios y colocados por Él mismo para dirigir los destinos de sus países.

Guatemala no es ajena a la influencia de La Familia y lo muestran los Desayunos de Oración y la militancia de algunos guatemaltecos, entre ellos diplomáticos y políticos, en esas perversas estructuras que, además, son fraternidades de impunidad en donde se protege a los miembros en cualquier circunstancia, aunque hayan cometido las mayores barbaridades.

No me cabe duda de que la producción que usa a la figura de Jesucristo para promover y alentar tendencias de inclusión sexual es ofensiva y repudiable para aquellos que nos confesamos Cristianos y Católicos, para quienes la figura de Cristo es esencial dentro de nuestra fe y nuestra formación que sirven de guía en nuestra existencia. Pero tampoco me cabe duda de que la forma en que operan esos grupos fundamentalistas de cristianos (que tenemos en Guatemala y con las mismas prácticas de voracidad y lujuria cimentadas en el manoseo de la fe) constituye otra manera deleznable de, literalmente, tocar a Dios con las manos sucias, como solían decir las abuelas.

Como pasa tan corrientemente, todo en la vida tiene sus luces y sus sombras y eso ocurre con Netflix que es una empresa formada para hacer pisto y que publicará todo lo que le ayude en ese empeño, sobre todo si se trata de temas que encienden pasiones y polémicas aumentando su difusión porque para ellos el sensacionalismo es herramienta de venta y corresponde al televidente escoger qué quiere ver y qué manda por un tubo.

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