Cartas del Lector

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Para desideologizarse o inmunizarse es inevitable adoptar otra ideología, por aquello de horror al vacío, entre otros condicionantes. Despojarse de este atavío valorativo implica necesariamente sustituirlo por otro mejor o peor. Puede no requerirse de una ideología, pero esa aparente inmunidad, autonomía, independencia, tiene obvia validez/connotación ideológica, por aquello de horror a la desnudez conceptual/valorativa, como bien se precisa en una nota a pie página en el capítulo XIX del tercer libro en las Obras Completas de Perogrullo, 1887, Editorial Nuevo Ideario.

En casi toda ideología hay gato encerrado, mucha tela que cortar, un lado oscuro u oculto, la otra cara de la moneda corriente que es, lo inconfesable de sus ambiciones y avideces.

Sabido es que una misma ideología hermana a ciudadanos de distintos países, y que compatriotas con opuesta ideología pueden ser enemigos a muerte.

Si la ideología adopta lo políticamente correcto o corrección política –que también puede denominarse lo ética y moralmente correcto o corrección ética/moral— referente a lo lingüístico, puede incurrir en incorreciones conceptuales al producir ingeniosos y disparatados eufemismos, lo cual banalizará y socavará dicha ideología en sus supuestos fundamentos, descafeinándola y deslactosándola. En más de una ideología la forma es su fondo.

Una ideología gaseosa que pretenda un Estado político sólido obtendrá estructuras e instituciones líquidas.

Los antiguos alienistas consideraban a las ideologías como formas colectivas de locura, y al mundo, o por mejor decir a la sociedad humana, como un enorme manicomio de ideas contrapuestas y materializadas en prácticas y hechos plasmados en una infinita escala que va de lo aberrante a lo sublime.

No es raro que un fanático de su ideología, en el devenir histórico, tenga la dudosa habilidad, la cuestionable astucia de escamotear, eludir o evitar hacer referencia a los hechos concretos que precisamente contradicen y refutan al conjunto de los supuestos valores e ideas que distinguen su forma de pensar y su manera de actuar. ¿Qué ideología no prefiere callar o hacer caso omiso, disimular, ver para otro lado, cuando la verdad, no la suya, la verdadera verdad le estalla en la cara?

Entre el ideólogo y el fiel, ¿quién es el amo y quién el perro?
Si la ideología suele implicar, en diversos grados y según la comunidad tolerante, diferenciación relativa, sentido de desigualdad social, divisionismo económico/cultural, etcétera, algunas de sus más visibles realizaciones objetivas, materiales, tangibles, son los muros (fronterizos o no) o murallas, las talanqueras y garitas, las cercas de alambrados electrizados, los avisos de no pase, propiedad privada, las reservas de derecho de admisión, la aplicación de restricciones, los guardias de “seguridad”, las cámaras filmadoras… ¿Qué ideología en Occidente no necesita defenderse por todos los medios de enemigos más o menos imaginarios, más o menos inventados para justificarse y afirmarse?
El colmo del amor sin medida (más unos centímetros de cursilería): Te quiero más que a mi ideología.

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