Juan Antonio Mazariegos G.

Los recientes acontecimientos que pusieron fin a casi 14 años de gobierno de Evo Morales en Bolivia han puesto sobre la mesa la diferente visión que podemos tener los latinoamericanos acerca de un gobernante. De esa cuenta, fervientes defensores de Morales claman por denominar golpe de Estado a su salida, mientras que detractores del exiliado expresidente hablan de triunfo de la democracia y de liberación del pueblo boliviano.

Palabras más, palabras menos, una dictadura es una forma de gobierno en la cual el poder se concentra en torno a la figura de: a) un solo individuo, en Latinoamérica representado en múltiples caudillos (Ubico, Castro, Chávez, Maduro, Trujillo, etc.), una suerte de lacra que ha carcomido las oportunidades de distintas sociedades latinoamericanas; o, b) de élites, como por ejemplo, la que conforma en nuestro país el sistema de partidos políticos que diseñaron su propia Ley Electoral y que no hay poder que impida que repitan continuamente en el control de nuestro Congreso de la República. En ambos casos con el afán de perpetuarse en el poder indefinidamente.

Muchas fuentes bibliográficas y de diccionario aún conservan la imagen del origen de una dictadura, a través de un gobierno de facto, originado en una revuelta militar que rompía el orden constitucional de determinado Estado, sin embargo, propensos como somos a mejorar en todo aquello que no nos conviene, los orígenes de las dictaduras pasaron de burdos movimientos golpistas a sofisticadas formas de cooptación del Estado, a través de copar las instituciones claves como los tribunales o colegios electorales, organismos legislativos, judiciales o constitucionales, según el tipo de organización de cada país y siempre con el afán de ajustar aquello que fuera necesario para que el caudillo siguiera en el poder, sin importar la wizachada a la que había que echar mano, para dar el cariz de legitimidad a la movida.

Evo Morales llego al poder en 2006. Impulsada por él, Bolivia puso en vigencia una nueva Constitución en 2009 que extendía la posibilidad de que el Presidente fuera reelecto, para tener un máximo de dos periodos presidenciales. Fue reelegido en 2009 y por tercera vez en 2014, esta vez con la excusa de que su primer período bajo la antigua Constitución no contaba. Para calmar los ánimos de sus detractores, en 2014 prometió que ya no haría más juegos matemáticos, que no se volvería a postular, pero este año rompió esa promesa y volvió a las andadas.

Con independencia de las preferencias políticas de cada uno, considero que es prudente que establezcamos como un requisito mínimo para impulsar el crecimiento de la democracia en nuestro Continente, la necesidad de una alternancia en el poder. La frase de que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe más, no se dijo sin conocimiento de causa. No tengo los elementos de juicio para juzgar el buen o mal gobierno de Morales en Bolivia, si puedo ver que se encostró en el poder, buscó perpetuarse y que es muy sano para Bolivia que haya alternancia, no existen dictadores buenos o malos, simplemente son dictadores.

Juan Antonio Mazariegos

jamazar@alegalis.com

Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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