Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

La preocupación por el cambio climático algunos quieren hacerla pasar como una moda, una especie de esnobismo con intenciones de salir del anonimato.  Diferentes medios al servicio de las grandes empresas contaminantes han servido de caja de resonancia no solo para desvirtuar el conocimiento generado por científicos que evidencian la crisis ambiental, sino ridiculizando a los actores que luchan por hacer conciencia del peligro mundial.

Para ello no tienen escrúpulos en criticar a Greenpeace ni intentar ridiculizar a Greta Thunberg. Los ideólogos que se oponen a cualquier política dirigida a la protección del medio ambiente usan todos los instrumentos para movilizar las conciencias a favor de que se les permita continuar contaminando el globo. El resultado es el odio que destilan contra los que rechazan su discurso.

Esos gigantes obstinados en los negocios que contaminan el ambiente, se apuntaron un éxito, al cumplir Donald Trump su promesa de campaña de abandonar el Acuerdo de París, un compromiso de casi 200 países contra la crisis climática. Y sí, aunque quieran desvanecer lo obvio mostrándose paladines, como lo hizo ayer Mike Pompeo, la verdad sigue siendo otra.

“Hoy empezamos el proceso formal de retirada del Acuerdo de París. Estados Unidos está orgulloso de su trayectoria como líder mundial en la reducción de emisiones, impulsando la resistencia, el crecimiento de nuestra economía y asegurando el suministro de energía para nuestros ciudadanos”, señaló el secretario de Estado en su cuenta de Twitter. Agregó además el compromiso de Washington con la crisis climática, solo que a su manera y de manera “realista”.

En contraste con lo anterior (menos mal), contemporáneamente, Greta Thunberg rechazó un premio de 46 mil euros en reconocimiento por su lucha para favorecer mejores políticas ambientales en el mundo. Su esfuerzo, valorado por muchos, muestra la determinación no sólo de la joven, sino la preocupación social alarmados por una transformación climática que nos tiene al borde del apocalipsis.

Decidí rechazar el premio, escribió Greta. “Estoy en California y no podré estar en la ceremonia. Lo considero un gran honor, sin embargo, el movimiento contra el cambio climático no tiene necesidad de premios. De lo que tenemos necesidad es que quienes están en el poder comiencen a escuchar a los científicos”.

Ya me dirán algunos que esa problemática es más del primer mundo y no de nuestras empobrecidas sociedades. Quizá sí, en la medida en que nuestro contexto económico nos conduce a preocupaciones primarias, sin embargo, eso no nos dispensa no solo en considerar el movimiento ecológico, sino a tomar posición y contribuir en la medida de las posibilidades a atender ese fenómeno global. Al final, nosotros mismos sufrimos los efectos de lo que los científicos nos tienen bien advertidos.

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