Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata
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Como ya es de conocimiento generalizado, Cecilia Morel, esposa del presidente chileno Sebastián Piñera, en medio de la crisis que sufre ese país, grabó un mensaje por Wapp que luego se filtró y que literalmente dice: “Amiga, yo creo que lo más importante es tratar de nosotros mantener la cabeza fría, no seguir calentándonos, porque lo que viene es muy, muy, muy grave”. “Adelantaron el toque de queda porque se supo que la estrategia es romper toda la cadena de abastecimiento, de alimentos, incluso en algunas zonas el agua, las farmacias, intentaron quemar un hospital e intentaron tomarse el aeropuerto, o sea, estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice, y no tenemos las herramientas para combatirlas”. “Por favor, mantengamos nosotros la calma, llamemos a la gente de buena voluntad, aprovechen de racio… racionar la comida, y vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”.

Posteriormente la Primera Dama se disculpó públicamente por este desliz, pero lo cito en esta oportunidad porque quiero resaltar dos de sus afirmaciones: “Es como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice, y no tenemos las herramientas para combatirlas”; y la otra, muy relevante, es “… vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”.

Vale la pena ubicar estas cínicas afirmaciones porque hacen transparente una realidad que pareciera estar generalizándose en Latinoamérica. Primero con el aplastante triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México y, más recientemente, con las movilizaciones sin precedente en Chile, la vuelta del peronismo en Argentina –con Cristina como Vicepresidenta–, el nuevo triunfo de Evo Morales (aunque en principio haya sido cuestionado por la Misión de la OEA encabezada por el mexicano Arturo Espinoza, quien tuvo que renunciar por reconocer su parcialidad como detractor público de Evo Morales), así como la agitación indígena en Ecuador, temporalmente controlada por el gobierno neoliberal de Lenín Moreno. Y en Brasil, donde ganó las elecciones una ultra derecha tan “irracional” como Trump, probablemente pronto se termine de evidenciar la maniobra de las derechas para acusar a Lula de corrupción y sacarlo de la contienda electoral que, sin duda, habría ganado.

Paralelamente, Cuba, a pesar de las decisiones del gobierno de Estados Unidos que profundizó el criminal bloqueo en su contra, continúa en resistencia.

En Venezuela y Nicaragua, aunque las opciones políticas que allí gobiernan son cuestionadas por actores de diversas tendencias ideológicas, es un hecho que Ortega y Maduro siguen gobernando y que el peón de Trump, Juan Guaidó, se ha desgastado enormemente.

Las derechas latinoamericanas están perplejas ante lo que está sucediendo. Les cuesta entender esa decisión de lucha de los pueblos. Por eso la califican de “alienígenas” o de gente ignorante y tontos manipulados por demonios populistas nacionales y extranjeros. Pero lo que sí entienden es que tienen privilegios, según ellos “bien merecidos” y, afortunadamente, hasta la poco ilustrada Primera Dama chilena afirma que van a tener que disminuirlos y compartir con los demás.

Todo lo anterior ocurre en coincidencia con el proceso de impeachment que se sigue contra el Presidente estadounidense y que, probablemente, disminuya de manera sustancial sus posibilidades de reelección.

Y todo esto ha ocurrido en poco tiempo. Latinoamérica podría estar alejándose del polo derechista que había avanzado en la región. El péndulo parece regresar.

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