Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

post author

En la administración de Obama se planteó la Alianza para la Prosperidad como un instrumento para provocar desarrollo en los países centroamericanos generadores de tanta migración irregular y se puso al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), como agente financiero para canalizar esos fondos que tendrían la finalidad de promover mejores condiciones de vida, a fin de que la gente se sintiera más arraigada a su propia tierra y no tuviera que ver en el cacareado “sueño americano” su única esperanza de mejorar.

El plan resultó siendo un fracaso y la migración no sólo no se contuvo sino que se disparó a niveles realmente críticos. Ello fue por una visión equivocada de cómo invertir el recurso, puesto que se pensó que la creación de empleo era la clave y para ello, entonces, había que canalizar los recursos a los grandes inversionistas que eran los que tenían la capacidad de crear fuentes de trabajo. Ninguna plaza fue creada en los remotos lugares de nuestra ruralidad de donde sale la gran cantidad de migrantes y aunque algo del dinero haya llegado al país, nunca llegó a donde tenía que llegar y nuestra gente empobrecida no percibió el menor beneficio ni, mucho menos, la tal prosperidad que se ofrecía con la Alianza.

Ahora nuevamente se está negociando una nueva forma de inversión porque hasta Trump ha tenido que entender que los muros no servirán de mucho mientras persistan condiciones de tanta miseria en esta parte del planeta. Y, como en tiempos de Obama, se sostienen reuniones con políticos, tecnócratas y empresarios para definir los términos en los que se deben canalizar esos millones que, según las autoridades norteamericanas, están dispuestas a invertir.

Ciertamente la generación de empleo es importante en cualquier economía y debe ser el camino para la erradicación de la pobreza, pero cuando las inversiones se concentran en ciertas áreas y se descuida a esa ruralidad de la llamada Guatemala profunda, los resultados no llegan a producirse en la dimensión esperada. Se tienen que implementar nuevos mecanismos de inversión para hacer productivas a las comunidades que son las generadoras de la migración y que están debidamente documentadas en numerosos estudios realizados, así como por la forma en que se canalizan las remesas.

Y eso obliga también a pensar en la necesidad de implementar programas que permitan que el dinero que envían los migrantes a sus familiares no se destine únicamente al consumo sino que se pueda utilizar en proyectos productivos capaces de generar mayor bienestar. Si el BID nuevamente va a manejar la inversión y América Crece se convierte en una nueva versión de la Alianza para la Prosperidad, es seguro que la prosperidad llegará para los que ya la tienen y los más necesitados quedarán, por enésima vez, marginados del desarrollo y de las oportunidades.

El pisto en sí mismo no es lo que detendrá la migración, sino la forma en que se use para promover desarrollo en los lugares más abandonados, donde ni el Estado ni el empresariado ponen los ojos.

Artículo anteriorEl Libramiento que no lo fue
Artículo siguienteEstados débiles