Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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El cansancio de los electores norteamericanos sobre la política tradicional en Washington abrió las puertas para la elección insólita de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos, bajo la tesis de que su experiencia empresarial sería suficiente para destrabar todo aquello que se había estancado en medio de la controversia entre republicanos y demócratas que en muchos sentidos paraliza decisiones importantes. Sin embargo, es obvio que el tiro les salió por la culata y que el remedio está siendo mucho peor que la enfermedad, pues no se tomó en cuenta que el desconocimiento de la institucionalidad política haría que se cayera en prácticas deleznables que comprometen seriamente la seguridad de ese país y sus relaciones con el resto del mundo.

Los guatemaltecos sabemos perfectamente que la extorsión se convirtió en el instrumento esencial de la política exterior de los Estados Unidos porque tres graves amenazas, como las que hacen los pandilleros al tendero de barrio, obligaron a la firma de un acuerdo de Tercer País Seguro disfrazado. Pero lo mismo pasó con Ucrania y ahora está ocurriendo, con lo que puede traer gravísimas consecuencias, en el conflicto entre Turquía y los kurdos. El Presidente turco, tras haber recibido el beneplácito de Trump para atacar a los kurdos, con el retiro de las tropas norteamericanas en la frontera con Siria, se indignó y tiró a la basura una misiva del Presidente de Estados Unidos en la que le decía que él podía destruir la economía turca si le daba la gana y que le aconsejaba no actuar como idiota. Con más dignidad que los gobernantes centroamericanos y de México que se han puesto de alfombra ante la extorsión, Erdogan tiró al cesto de la basura la carta y hoy mismo lo hizo público, antes de que Pence y Pomeo lleguen a su país.

Por primera vez en la gestión de Trump, ayer en la Cámara de Representantes varios republicanos votaron en su contra al emitir una condena por el papel jugado por la Casa Blanca en ese conflicto. Y es que hasta los más subyugados trumpistas en el Congreso entienden que la traición a los kurdos no sólo alienta a los militantes de Isis, sino que, además, puede hacer que se repita el fenómeno que creó a Al Qaeda tras la traición a los árabes en el conflicto de Afganistán. Pero lo peor es que Turquía dio un paso que no tiene retorno por más amenazas que la Casa Blanca siga formulando, pero ese paso dejó en evidencia que para los Estados Unidos de Trump no existen aliados ni amigos, sino simplemente se trata a todos con criterio utilitario. Depende de cuánto sirva alguien para los fines de la reelección de Trump y así se medirá su importancia.

La seguridad de Estados Unidos se ve comprometida por una decisión caprichuda y eso abrió los ojos, por primera vez, a los congresistas republicanos que entienden las implicaciones. Pero restablecer la confianza mundial no será tarea fácil, ni siquiera después de la era Trump que se marca por el sello de la extorsión, al mejor estilo marero, como herramienta de política exterior.

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