Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera
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Hace casi medio siglo –al inicio del gobierno de Arana Osorio– el gran empresario y mecenas Ramiro Samayoa quiso exhibir en alguna de sus elegantes salas cinematográficas como el Reforma, una película que venía en olor de premiación: dos Óscares. El filme se llama Estado de Sitio y su autor-director fue Costa Gavras con otro mérito más: la estrella de la cinta era Yves Montand. Me imagino que para mucha gente el nombre de la obra así como el de su director y genial actor les es ajena. Aunque para la historia del cine son sustantivos inolvidables y verdaderos hitos en el inmenso mundo de las artes cinematográficas.

El asunto no tendría los méritos intrínsecos que de suyo posee, pero en Guatemala sumó uno más: el de promover una polémica trepidante porque la censura (de la entonces Bellas Artes) indicó que la película no era apropiada para Guatemala: ya a partir de su título y sobre todo del contenido era un llamado a la subversión. Pero Ramiro Samayoa apeló y entonces la cosa ya se transformó en escándalo en la pequeña aldea de lo inmutable. Y se integró un “tribunal” oficial formado por intelectuales, escritores ¡y militares! Yo integré este grupo de juzgadores y el filme se proyectó en el cine Capri por la mañana. Al terminar hubo una gran discusión que obviamente ganaron los milicos de altísima graduación (entonces al menos se interesaban por el cine de arte) y la pieza fue nuevamente censurada negativamente y no se exhibió en Guatemala. Tiempos muy peligrosos los de entonces porque por cualquier cosa te estaban enviando a ejercer la natación al Motagua. Pero con todo y eso los “intelectuales” defendimos en el juicio sumarísimo en el Capri y en algún periódico (creo que sólo La Hora) la figura de indiscutibles méritos en su arte como lo fue y lo es Costa Gavras, mejor que Almodóvar para poner un ejemplo europeo pero de nuestros días.

Guatemala es no sólo el país de la eterna “explotadera” sino también de los eternos estados de sitio. Me viene a las mientes la película de Costa Gavras porque su nombre es inolvidable y por lo tanto cuando se habla de Estado de sitio -en el país- aquel título cinematográfico regresa a mi memoria con todos los dolores de todas las crueldades (físicas o psíquicas) que hemos padecido.

Pero hablando de este tema, para la gente joven –y también medio vieja ya– esta situación de pérdida de las garantías ciudadanas es una novedad en 2019. Para los que ya vamos para viejos, no. Por ejemplo, entre 1966 y 1970, (“hermosa”, “gloriosa” e “inefable” época de Julio César Méndez Montenegro) de los 1,200 días de su reinado –entre los oscuros vapores del báquico néctar– creo que pasamos unos 900 –o más– días bajo Estado de sitio y, lo que es peor, con toque de queda de las 21 a las seis del día siguiente. Si frivolizamos el tema tendríamos que decir que la juventud de entonces apenas tuvo tiempo para chupar escondida en sus casas.

Mas entonces las cosas eran menos oscuras, más “diáfanas” en el sentido de que sabíamos que eran sólo dos los grupos enfrentados y que si no estabas metido con ninguno de los dos pocas cosas desagradables te pasarían. Hoy, no: hay como cinco o seis frentes que se enfrentan y que te llevan –por cualquier cosa entre sus extremidades inferiores por no decir cascos: el crimen organizado, las maras, los extorsionadores, las CIACS, los narcos y el Presidente In-Morales y toda su tropa loca.
Ay qué Guatemala que nos extermina con sus caricias. ¿Otro Estado de sitio? ¡No tiene la menor importancia en un país militarizado desde siempre!

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