Douglas Abadía

douglas.abadia@gmail.com

Politólogo, asesor y consultor político, miembro de Analistas Independientes de Guatemala, Docente Universitario.

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Lic. Douglas Abadía Cárdenas
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Con la finalización del proceso electoral 2019 celebrado en nuestro país, en donde resultó ganador el Dr. Alejandro Giammattei Falla, para el período 2020-2024, comparto estas líneas de análisis a las futuras autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores, en especial a quien sea designado en el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores, Canciller de la República de Guatemala.

Cuando se habla de política exterior regularmente se refiere a las acciones que toma un Estado frente a otro, o a un grupo de Estados; estas acciones, ya sean de carácter económico, político y/o militar determinan las relaciones que se puedan mantener fuera del territorio nacional.

El conocimiento correcto de lo que es política exterior desde el plano conceptual es necesario para que se realice una formulación adecuada; además para obtener los mayores beneficios para el país que la lleva a cabo.

Con respecto al concepto de política exterior la doctrina ha elaborado diversas definiciones y, en la mayoría de ellas se limitan a la fase ejecutiva, dejando un vacío en la parte de su elaboración, y es que toda política en general está compuesta no solo por acciones sino también por decisiones, es decir, decisiones y acciones, lo cual implica que en su elaboración y diseño se va a pasar necesariamente por un proceso de toma de decisiones.

La política exterior constituye una política pública, la cual ha adquirido gran importancia por sus implicancias y alcances en el ámbito internacional. Es por ello que, en su elaboración van a influir toda una gama de factores internos y externos determinantes al momento de establecer la agenda internacional de un país.

Lo primero que hay que aceptar es que la globalización ya está asentada en nuestras relaciones con otros Estados, lo cual implica el no disponer de mucho tiempo para actuar y adaptarnos a vivir con ella. Es necesario entonces cambiar el rumbo de nuestro país, lo cual implica un riesgo, pues de la capacidad de negociación de nuestro país ante la comunidad internacional dependerá el grado de desarrollo que obtengamos como nación.

Nuestro Estado tiene que verse en un escenario de corto, mediano y largo plazo, respondiéndose preguntas fundamentales como ¿Cuál es nuestro inventario de recursos humanos? ¿Qué tenemos para ofrecer en condiciones de ventaja a otros países? ¿Qué recursos naturales tenemos que no tengan otros países cercanos? ¿Cuál es nuestra capacidad de ampliar el círculo de socios comerciales actuales? ¿Está nuestra economía sana, o requiere de un tratamiento especial? ¿Qué capacidad de endeudamiento tenemos? ¿Cuál es nuestra infraestructura más desarrollada? ¿Cuál es la imagen económica, política y social que el mundo tiene de nosotros? ¿Nuestra estructura de administración pública es capaz de actuar con la agilidad que los tiempos requieren? ¿Se tiene una propuesta clara y concreta acerca de la descentralización en la administración pública? ¿Cuál es la jerarquización de los problemas sociales internos? ¿Qué medidas se tomarán para evitar las migraciones masivas hacia Estados Unidos?

Finalmente, es de urgencia contar con una Política Exterior de Estado concretamente definida en función del desarrollo humano integral y sostenible de la población guatemalteca, que promueva la ampliación y diversificación de las relaciones internacionales del país, la integración centroamericana, así como el buen entendimiento y la cooperación con los demás países y regiones, en un mundo globalizado.

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