Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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En estas últimas semanas, con motivo de la segunda vuelta electoral, he leído a distintos columnistas y “formadores” de opinión indicar a sus lectores por quién o de qué forma deben votar. Expresiones como “no votar por el populismo/socialismo”, “no permitamos que llegue tal o cual candidato” o “si usted es un guatemalteco honesto, debe votar nulo” se pueden leer en los distintos medios escritos.

Lo más notorio (y risible), es que estas personas son quienes dicen defender la libertad, ya sea individual o colectiva, de elegir. No importa en qué lado del espectro están (o se consideran estar), si se hacen llamar libertarios o socialistas, derechistas o izquierdistas. Al final del día qué ideología profesan (si es que saben lo que es una ideología) sale sobrando, ya que se arrogan el derecho de tener un mayor entendimiento que el de sus lectores sobre cuáles son sus necesidades (las del lector) y derivado de ello le dicen por quién deben votar, de acuerdo al criterio del columnista.

Me considero una persona muy afortunada por haber tenido la oportunidad de cursar estudios de maestría en Chile, país que inició su era democrática varios años después que Guatemala, pero que ha consolidado un verdadero sistema democrático basado en un Estado de Derecho real, a diferencia de nuestro país. Tuve la oportunidad de recibir clases de política con el Senador Andrés Allamand, del partido Renovación Nacional, quien sabiamente nos instruía que, en una democracia representativa, el voto o la abstención es un ejercicio de libertad ciudadana. Es decir, cada persona tiene la libertad de acudir a votar por el candidato que crea que será quien mejor represente sus intereses, o de no acudir a las urnas si ningún candidato llena sus expectativas o si no cree en el sistema. En esa libertad que tiene cada uno de decidir qué candidato lo representa mejor, descansa un verdadero sistema democrático.

Por ello considero una muestra de soberbia y arrogancia de parte de estos columnistas que dicen ser “defensores de la libertad” tratar de decirle a un lector (como si fuera una niña o un niño) en contra de qué candidato votar, o de votar nulo, llegando en algún caso a manifestar, con supina ignorancia, que el socialismo y el populismo son lo mismo. A ciertos jumentos les convendría no exhibir su limitado conocimiento cada catorce días.

El derecho de ir, o no ir, a ejercer su voto de forma libre y sin presiones de ningún tipo es piedra angular de nuestro sistema democrático y debe ser respetado, aunque no se piense de la misma forma. Ese es un derecho que no se debe cambiar. El voto es una decisión personal.

Lo que sí debe tener un cambio profundo, de raíz, es el sistema. Ese que permite a candidatos sin idoneidad postularse a un puesto de elección popular. Ese que permita que los financistas de candidatos permanezcan en el anonimato y puedan inyectar dinero sin limitaciones en una campaña para luego poder exigir a su(s) candidato(s) las prebendas necesarias para recuperar la “inversión” realizada. Ese sistema que permite que seamos un país cada vez más pobre.

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