Se habla mucho de que el Tercer País Seguro es producto de la estrategia de campaña del presidente Trump pero poco se dice de que esa misma estrategia es la generadora del odio y la xenofobia que provocó la masacre de El Paso, en Texas, donde un miembro del movimiento de la supremacía blanca atacó a los clientes de un Walmart que es el crisol donde se unen miembros de distintas razas para comprar productos de uso diario. El asesino se refirió concreta y explícitamente a la “invasión” de migrantes, esa misma que Trump utiliza como caballito de batalla y, en nombre del riesgo que los hispanos representan para la hegemonía de los blancos, disparó en contra de la multitud matando a 21 personas e hiriendo a 26.
Del lado de los republicanos de Trump no hubo ni asomo de protesta e indignación por el móvil del hecho. En vez de repudiarlo, se limitaron a expresar sus condolencias pidiendo que Dios ayude a las víctimas y sus familias. Ojalá realmente Dios los ayude, pero bien hubiera hecho siquiera un republicano en romper con las prédicas de odio de Trump y sus medios de comunicación, donde hablan mañana, tarde y noche, de esa “invasión” de migrantes, tema replicado por redes sociales en donde florece el odio bajo el amparo del discurso presidencial.
Y tiene que recordarse cómo se concretó la Alemania Nazi de Hitler, puesto que curiosamente se están siguiendo los mismos pasos al aglutinar la base política en la prédica del odio racista y es curioso escuchar cómo el nuevo líder y su gente se ríen del tema en las concentraciones políticas. Cuando hace poco en Florida, Trump habló de esa “invasión” de migrantes que desplaza a los blancos y alguien gritó que para pararlos había que dispararles (“shoot them”); Trump reaccionó dirigiendo el alboroto de júbilo entre sus seguidores.
Sucede que los republicanos decentes hacen lo que aquí hicieron las élites. Ante la amenaza de Trump de voltear su ira en contra de ellos, se suben rápidamente al barco del odio y la prepotencia. No se escuchan voces sensatas para terminar con esa política de desprecio racial y aún en estos momentos de dolor nadie se pone de pie para interceder por nuestros compatriotas expuestos al odio racista. México por lo menos tuvo la hidalguía de una enérgica protesta exigiendo garantías para sus connacionales, pero aquí no pasamos del discurso de Trump, pidiendo que Dios bendiga a las víctimas, expuestas por esa prédica de odio y discriminación aplaudida por las huestes.