Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Los hechos están demostrando que Honduras no tuvo el enorme “privilegio” otorgado a Guatemala al convertirla en Tercer País Seguro a cambio de negociar impunidad para el gobernante a quien le hizo daño comer gallina en crema con loroco. Y es que el fin de semana último se conoció la acusación formulada en New York en contra del presidente Juan Orlando Hernández dentro del proceso que se sigue por narcotráfico en contra de su hermano Tony Hernández, sindicado de usar dinero del narcotráfico en política y de haber fraguado varios asesinatos en contubernio con los narcos. El documento no identifica a Hernández porque habla de CC4, el cuarto coconspirador dentro de la investigación, pero sí dice que ese CC4 fue electo Presidente de Honduras a fines de 2013.

Juan Orlando Hernández utilizó un discurso para negar la acusación en su contra que sin duda le sonará familiar a mucha gente en Guatemala. En el boletín oficial sobre el caso, la Presidencia de Honduras dice que Hernández “ha liderado una batalla sin precedentes para liberar a su país del control de los narcotraficantes, trabajando en una alianza efectiva con el Gobierno de Estados Unidos y otros aliados” palabras más, palabras menos de lo que aquí se ha dicho para negar que junto con la gallina en crema con loroco se hubieran hablado babosadas con los agentes de la DEA que se hacían pasar por cabecillas del Cártel de Sinaloa.

Cuando uno lee el fondo de la sindicación que se le hace al Presidente hondureño se da cuenta de cuánto le hubiera convenido que su país fuera también punto de paso de migrantes como para sentarse a negociar con McAleenan a fin de que se les pudiera incluir en la lista de Terceros Países Seguros que sirvieran a la estrategia política de Trump para su reelección. A lo mejor hubiera logrado que lo borraran, temporalmente al menos, de la lista de sindicados que presentó la fiscalía de New York al momento de hacer la acusación formal en contra de su hermano, llevándoselo de corbata como se podrían ir otros en el caso de Mario Estrada.

El caso es que en Honduras los hermanos Hernández aparentemente fueron exitosos porque ellos sí estaban hablando con verdaderos narcos que les dieron fondos para financiar sus actividades políticas y a cambio recibieron toda la protección del Estado. No olvidemos que esas negociaciones siempre implican protección para el cártel con el que se pacta, lo que implica mano dura y eficiente para perseguir a sus competidores, lo que hace que aún embarrados hasta el pescuezo, de todos modos puedan los gobiernos presumir de una que otra captura y uno que otro decomiso de drogas.

En cambio aquí los políticos que degustaron el suculento almuerzo de gallina en crema con loroco en la hacienda jalapaneca de Estrada fueron tan babosos que se descosieron hablando con los de la DEA que los agarraron de majes haciéndose pasar por capos del Cártel de Sinaloa. Y el primer efecto secundario de la suculenta gallina fue hincharles los pies, porque vaya si no cayeron con los pies hinchados y eso ha servido para que Trump les imparta órdenes que acatan sin chistar, confiados en que el Presidente de EUA podrá acallar al fiscal del caso, así como aquí acallan a aquella fiscal que les conté.

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