Cuando un país alcanza niveles absolutos de corrupción, el Estado funciona al servicio del mejor postor y eso es algo que tienen que entender los responsables del retroceso que está teniendo Guatemala luego de la expulsión de la CICIG y la aniquilación de la capacidad y voluntad de investigación en el Ministerio Público.

Y lo deben tener en cuenta porque por muy poderosos que sean sus capitales, jamás podrán competir con los recursos que tiene el narcotráfico y Colombia es un ejemplo de cómo ese tremendo poder del crimen organizado es capaz ya no sólo de controlar al poder público, sino de hacerse con negocios y propiedades de los capitales tradicionales y, cuando eso ocurre, ya no hay leyes ni institucionalidad capaz de defender a los empresarios.

El recurso amasado por el trasiego de droga es inmenso y crece constantemente por la alta demanda que hay de los estupefacientes, por lo que al poner a un país en pública subasta, donde impera la oferta del mejor postor, es imposible competir con ellos.

Desde la apertura política iniciada en 1985 hemos visto cómo todo el sistema político termina dependiendo de los grandes financistas que colocan sus fortunas al servicio de los candidatos para asegurarse privilegios de todo tipo. Y la cosa ha funcionado porque al día de hoy, el financiamiento producto de la corrupción les garantiza los favores constantes de un Estado que les permite no sólo crecer sino expandir a otras áreas sus negocios. De hecho, la institucionalidad se pone a su servicio y de esa cuenta se dejó de promover el bien común para centrar los esfuerzos públicos en complacer a los financistas.

Pero poco a poco, a partir primero del poder local, el narco empezó a participar en la subasta del financiamiento electoral y poco a poco han avanzado hasta llegar al nivel nacional. Mario Estrada no es el primero ni el único, y seguramente no será el último candidato presidencial que se rinde ante el dinero del narco. De hecho, la complacencia que hay y que permite que haya regiones del país que son una especie de territorio liberado a favor de los traficantes ya existe y es concreta. Ocurre que para el ciudadano común y corriente esa penetración brutal quedaba inadvertida, como queda la de los grandes capitales, pero ahora se toma conciencia de hasta qué punto se ha permeado el sistema político, lo que explica por qué Guatemala no avanza en desarrollo puesto que su Estado ha sido capturado por poderes siniestros que tienen al país bajo su dominio.

Redacción La Hora

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