Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“Vota a aquel que prometa menos. Será el que menos te decepcione.” Bernard M. Baruch.

En Guatemala, nunca hemos contado con partidos políticos, los que así se presentan son simples empresas politiqueras, que Sartori define muy acertadamente como “Cualquier grupo político que se presenta a elecciones y que puede colocar mediante ellas a sus candidatos en cargos públicos”. Así de sencillo, es cómo funcionan en el país, la mayoría giran en torno a una figura “relevante” con la que se identifican los seguidores, los demás participantes giran en torno a la figura principal quien es la cabeza visible, la maquinaria se mueve en torno la misma, y a unos cuantos rostros más, pero menos importantes.

Prueba de ello, es la cantidad de partidos que hasta el momento se encuentran inscritos para la próxima contienda electoral, a mi criterio, tal situación no es sinónimo de Democracia, más aún, entre tanta oferta electorera muy difícil será que existan debates políticos de cierta altura, como sucede en sociedades políticamente más desarrolladas, en las que son pocos los partidos y los debates se centran en los planes de gobierno, sustentando como base una determinada ideología, que ya no es estrictamente de izquierda o derecha, existen más formas de pensamiento político.

Sin embargo, en nuestro país desafortunadamente, y derivado de alguna forma de nuestra historia política, sumado a la redacción de la Constitución, no se requiere de calidades mínimas para ejercer un cargo público, la idoneidad es un concepto tan amplio que es difícil calificarla en una persona, porque ¿Quién es el idóneo, para apreciarla en otro? Tener más o menos años, no es un elemento para establecer la madurez de una persona, por lo mismo la edad no es fundamental.

Traigo a colación lo sucedido en España en el año 2015, en plena crisis surgió una agrupación a la que llamaron Podemos, la sociedad los recibió como una bocanada de aire fresco, y en su primera contienda llegaron a ser la tercera fuera dentro del Congreso de los Diputados, sin embargo en casi cuatro años, se han develado como una organización caciquista, que responde a una cabeza visible, que ha purgado a quienes han querido democratizar la organización, de ahí su caída ante la percepción popular.

Traje como ejemplo lo anterior, porque en nuestro país no contamos con verdaderas organizaciones políticas, las que existen no cuentan con un discurso realista, más aún se encuentran investidas de populismo, es una forma más fácil de responder a preguntas fundamentales como: a) Qué, b) Cómo, y c) Cuándo, la masa se conforma con la consabida cancioncita, regalos y abrazos. Parece que no hay mucho que se pueda hacer, porque nos encontramos políticamente en un submundo del que no logramos salir, derivado de lo anterior, no podemos esperar contar con partidos políticos tal como son concebidos en sociedades desarrolladas.

Los no partidos, como los nuestros, responden más a un interés particular, con una cabeza visible y vendible, como representante del grupo que le sigue, pero sin un objetivo de sociedad, menos de nación, sumado a lo anterior, no cuentan con un plan de gobierno ejecutable, la mayoría de los que he leído son muy básicos, se concretan a dar lineamientos generales de lo que la población quiere escuchar, pero muy poco consistentes, porque no dan respuesta a un plan estructurado, coherente y realizable.

Vivimos por lo tanto en el mundo de los no partidos, porque aunque cuenten con las formalidades que estable la ley, les falta lo más importante: La sustancia, el fondo con que debe contar un verdadero partido político.

El resultado es más que evidente, los no partidos se desmoronan unos antes que otros por la falta de una verdadera cultura política, muy lejos estamos de contar con grandes partidos, en los que los representantes militen desde jóvenes haciendo suyo no el discurso, la esencia, los objetivos y planes a largo plazo.

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