Napoleón Barrientos

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Guatemalteco con educación para el análisis de coyuntura, administración, dirección, alta gestión y coordinación de proyectos de seguridad, defensa, logística y manejo de crisis, con experiencias en el liderazgo de grandes unidades militares e interinstitucionales, actualmente consultor independiente y doctorando en ciencias sociales.

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David Barrientos

Sin duda los guatemaltecos estamos con un elevado nivel de polarización y en una crisis política; cuánta energía hemos podido ver en toda esta lucha estéril por el poder; si la misma se canalizara en propuestas y esfuerzos de país, resaltarían robustos proyectos de desarrollo, o en el mejor de los casos, tuviéramos ya un mejor país. La confrontación la podemos identificar como en la Venezuela de Maduro que no permite el ingreso de alimentos aduciendo que no los necesitan, mientras los venezolanos migran a donde pueden, algo así como en Guatemala, donde los camaradas niegan que haya necesidad de reconciliación y hacen berrinche por alimentar la polarización.

No se puede ocultar que la justicia selectiva que prevalece en el país contribuye a la confrontación, pues ningún comandante de la guerrilla, ni ningún ideólogo de la insurgencia está preso por sus actos, pese a que están plenamente identificados, y que por supuesto se beneficiaron de las operaciones insurgentes; quien puede creer que los ideólogos incluso no eran parte de los abusos de la guerrilla. Esta realidad ha despertado un sentimiento en los guatemaltecos, pues a partir del año 2016 inicia la tarea ideologizada de encarcelar a militares en retiro para anular una resistencia en el asalto al poder de una minoría ideologizada y monetizada.

Las demandas de resarcimiento y libertad de los militares son más que justas para quienes observen con imparcialidad el escenario de país. Quienes lo vean con ojos sesgados y apunten a continuar confrontados deben ser identificados como los enemigos de la paz social y la reconciliación, pues sin duda les interesa mantener viva la polarización y división porque, además, ha sido una forma de vida y muy buena para pocos; los resarcimientos a la fecha son un ejemplo de ello. No importa quien se manifieste, sea nacional o no nacional, deben identificarse como enemigos de una Guatemala prospera; los guatemaltecos, no debiéramos dejar que una minoría nos asuste, no sigamos el camino de una Venezuela que por ese tipo de caprichos ideológico-económico nuestros nietos tengan que migrar y saber a dónde.

Es pertinente hacer un llamado a las organizaciones planetarias y países cooperantes, para que sus aportes sean en base a las necesidades de los guatemaltecos que están muy distantes de las manifestaciones interesadas que les hacen llegar; la cooperación es siempre, no solo bienvenida sino necesaria, sin embargo debe ser motivo de una seria revisión, seguramente deberán renovar a sus representantes e interlocutores, que más parecen interesados en que nada cambie, porque ellos mismos le temen al cambio, su modo de vida es precisamente hacernos ver un desastre. Los tiempos y la paciencia de los guatemaltecos se agota, pues al final no es tan difícil identificar quiénes quieren mantener la confrontación.

En el horizonte se ve una corporación internacional interesada en que sus socios mantengan, si no el poder, una cuota de este, como lo hemos podido observar en los cuatros últimos gobiernos; cuánta energía y cooperación desperdiciada en la confrontación.

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