Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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En este año 2019 el Tribunal Supremo Electoral (TSE) convocará a elecciones generales para elegir a quienes serán nuestras máximas autoridades por los siguientes 4 años al país: presidente y vicepresidente, diputados y alcaldes. Con el sistema que actualmente tenemos, no puedo dejar de expresar mi más profunda preocupación por este proceso, que será, tal como han sido hasta ahora todos los comicios de la llamada “era democrática”, una completa farsa para nosotros los ciudadanos.

En primer lugar, tenemos un sistema diseñado para que existan, no uno, sino varios centenares de pequeños dictadores (se llaman alcaldes y diputados), quienes pueden reelegirse cuantas veces lo deseen siempre y cuando tengan un partido político (realmente es su vehículo electorero, no un partido político serio y con una ideología definida) dispuesto a recibirlos a cambio de la consabida untada.

En segundo lugar, nuestro sistema también fue diseñado para que los políticos lleguen al poder siendo financiados por personas o grupos que luego recibirán favores de nuestras autoridades electas (que fueron financiados por ellos, por supuesto) que les permitan recuperar con creces el monto con que financiaron a su(s) candidato(s) o candidata(s).

En tercer lugar, tenemos también un sistema en el que el elector no tiene la capacidad de elegir a quien realmente quiere para un puesto de elección popular (alcaldes y gobierno municipal y diputados) ya que el sistema no permite elaborar listados abiertos, sino más bien cerrados, donde los electores son forzados a votar por un partido político, no una persona en particular, y por consiguiente elige a varios candidatos que ni siquiera conoce, pero como forman parte de la lista por la que votó, resultan electos.

En cuarto lugar, como colofón, nuestro sistema fue diseñado para que las instituciones no cuenten con el poder necesario para obligar a nuestras autoridades a rendir cuentas de sus actos y de sus decisiones mientras nos gobiernan, ya que los funcionarios públicos gozan de inmunidad a perpetuidad (o por lo menos mientras sigan siendo electos en puestos públicos), inmunidad garantizada por el tan cuestionado “derecho de antejuicio”.

En resumidas cuentas, es el sistema y no las personas lo que no funciona en nuestro país, y mientras nuestras elecciones sean realizadas bajo dicho sistema, siempre serán una farsa, nos gobierne quien nos gobierne. Nuestros gobernantes velarán siempre por los intereses de quienes les financiaron sus campañas políticas, no por los intereses de quienes votaron por ellos. He leído a diversos columnistas, como Chofo Neutze en elPeriódico o José Santiago Molina en Prensa Libre, quienes realmente creen que es un problema de personas, es decir, que quienes llegan al poder son malos y por eso tenemos malos gobiernos; los buenos somos más y si más personas buenas participan en política, tendremos mejores gobiernos. Con todo el respeto del caso, disiento del criterio de dichos columnistas, ya que es el sistema el que está totalmente corroído. Mientras no cambiemos este sistema, tendremos los mismos resultados, aunque resulten electas para gobernarnos las mejores personas.

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