Carlos Figueroa Ibarra
El 11 de diciembre de 2018, el exvicepresidente de Ecuador Jorge Glas, levantó tras 52 días la huelga de hambre que mantenía en el penal de Latacunga. El 21 de octubre había sido trasladado en medio de violencia y grandes vejámenes de la Cárcel 4 de Quito al referido penal. Al llegar a Lacatunga lo obligaron a desnudarse públicamente para ponerle el traje de presidiario. Lo llevaron a una celda sin baño y allí y en un hospital al que fue llevado temporalmente, fue repetidas veces humillado. Latacunga tiene las peores condiciones para una persona que tiene padecimientos de salud. El exvicepresidente Glas padece espondilitis anquilosante, una forma crónica de artritis que afecta articulaciones y nervios. Para combatir la enfermedad tiene que tomar una medicina que baja drásticamente sus defensas por lo que mantenerlo en una cárcel, en donde existen condiciones insalubres y abundan las enfermedades, le origina serios riesgos. En este contexto, la huelga de hambre que emprendió quien fue vicepresidente de Rafael Correa (2013-2017) y luego del propio Lenín Moreno (2017), lo encaminaba sin duda hacia la muerte. Por fortuna ante los ruegos de su familia y de sus compañeros de luchas políticas, Jorge Glas ha suspendido esa forma extrema de protesta.
El caso del exvicepresidente ecuatoriano muestra la abyección en la traición a la que ha llegado Lenín Moreno. Habiendo asumido Glas el cargo de vicepresidente en mayo de 2017, rápidamente Moreno encontró la manera de deshacerse de él porque con justeza lo consideró un allegado a Rafael Correa y a los principios de la Revolución Ciudadana. Lo que ha hecho Lenín Moreno es lo que se ha llamado la “descorreización” del país, que no es más que desmantelar las transformaciones que fueron logradas durante el período de Correa. Haciendo uso de un testigo falso, Glas fue involucrado en el caso Odebrecht cuando tenía fuero por su cargo. Él mismo pidió que se le levantara dicho fuero, seguro de su inocencia. Pero acontece que se está enfrentando a un régimen con prácticas dictatoriales, se le acusó de asociación ilícita para efectuar actos de corrupción y fue juzgado conforme a un código penal que había sido derogado en 2014. La razón es que si hubiese sido juzgado con el código penal actual, la pena máxima hubiese sido de cinco años y Glas hubiera podido solicitar la suspensión condicional de la pena y aún regresar a la vicepresidencia.
El encarcelamiento de Jorge Glas y los sufrimientos que ha padecido en su encierro, forman parte de una sostenida política de persecución política por parte del gobierno de Moreno en contra de sus antiguos compañeros y compañeras. La persecución abarca también a intelectuales que son afectos a la Revolución Ciudadana y que han sido defenestrados de los periódicos en los cuales escribían. De manera sostenida, Moreno ha vuelto hacia personajes y sectores sociales que son representativos del orden neoliberal que venía siendo desmantelado por Rafael Correa. Así las cosas, Jorge Glas es un preso político del retorno neoliberal.