Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Hoy el abogado Eduardo Mayora escribe en su columna de Prensa Libre sobre el “desencanto enconado” que se percibe respecto a la prensa de Guatemala y el cual, dice, “procede, según mi percepción, principalmente, de la comunidad de negocios. Por supuesto, no de todos, pero sí de un grupo suficientemente importante y activo, como para que no pueda pasar desapercibido”.

Creo sinceramente que vale la pena la lectura de esa columna, sobre todo porque proviene de alguien que no es parte de los medios de comunicación y hace una buena radiografía de por qué esa parte cupular de la comunidad de negocios se siente agraviada por todo lo que se publica respecto a la corrupción, sosteniendo la tesis de que los medios son una especie de aliados o caja de resonancia de la CICIG, de los fiscales del Ministerio Público que desde los tiempos de Aldana investigaron esos casos y los temas de la SAT cuando ésta estuvo bajo la dirección de Solórzano Foppa.

Por supuesto que eso ha provocado reacciones directas para establecer una especie de “sanciones económicas” a los medios que no se alinean y que siguen informando y publicando noticias relacionadas con lo que ocurre en el país y la forma en que se comporta nuestro sistema político y su dependencia de los aportes que hacen grandes inversionistas, quienes de esa manera se aseguran, por lo menos, el derecho de picaporte.

El problema estriba en que hay asuntos que nunca se ventilaron públicamente en Guatemala porque así era como estaba todo diseñado. Se puede hablar de cualquier criminal y nunca nadie se molestó porque se publicaran fotografías de los mareros detenidos o de cualquier otro tipo de delincuente, siempre y cuando fueran del mero lumpen social. Pero cuando en el año 2015 la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala empezó a atacar precisamente eso, la colosal impunidad existente en el país, las cosas cambiaron radicalmente y los actores en el bando de los sindicados fueron de un perfil diferente, de un estrato de esos que a lo largo de la historia nunca tuvieron que enfrentar ninguna consecuencia de sus actos porque, precisamente, para ello es que el sistema se diseñó de una forma muy peculiar desde antes de nuestra misma Independencia.

No pretendo reproducir el artículo del licenciado Mayora sino simplemente recomendar su lectura porque él tiene su propio estilo y expresa bien su punto de vista. Pero es importante esa distinción que hace entre el grupo importante y activo de la comunidad de negocios que siente el desencanto enconado, puesto que hay otro tipo de miembros de esa comunidad que no está a gusto con el comportamiento de quienes hablan en nombre de todos los empresarios y se constituyen, a puro tubo, en portavoces del sector. No olvidemos que somos muchos los empresarios que no recurrimos a las mañas que han dañado tanto al país y que tratamos de hacer nuestro trabajo y nuestro negocio sin andar sobornando a nadie ni comprando voluntades.

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