Cartas del Lector

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René Leiva

Xolco Hurtado, Hermógenes, en Madrid descubrió cenotes, en París admiró monolitos y estelas, en Londres maravillóse ante pirámides escalonadas, en Berlín creyó escuchar el pito de agua, el tun, y el sonido triste de un instrumento de percusión tocado por hasta doce manos, y por fin, cerca de Bruselas, a cien metros de un camino solitario, encontróse con su rancho pajizo, el corral, el pozo, un rimero de mazorcas.

Xu Teng, filósofo y erudito chino, nada dejó escrito pero sus numerosos discípulos recogieron no menos de 275 mil sentencias y parábolas suyas con el título de “El pétalo tornasol”.

Xut Camposeco, Wenceslao, cosmonauta quetzalteco, tripulante del Tecún VIII, navegó 16,500 años luz en ida y vuelta de K-70-V-19, constelación de Boj, y trajo consigo cuatro bolitas del tamaño de una canica, de mineral desconocido, cada una con un peso aproximado de dos toneladas, las cuales no eran sino pequeños satélites naturales de K-70-V-19, hecho que provocó en su momento un grave conflicto interestelar.

XX (dígase Equis Equis), no fue una sola persona o persona sola, no un individuo, un ser individual e indivisible, ciertamente sin nombre, desconocido, incógnito, sino fueron muchos, cientos, miles, los más olvidados de todos, soterrados en la amnesia absoluta, no identificados ni reclamados, irrescatables uno por uno, que compartieron la infamante equis doble, del anonimato, de una enorme y dispersa fosa común, abierta de norte a sur y de oriente a poniente, las tumbas ubicuas del nadie colectivo, porque uno solo fue el entierro diario, la sepultura del ninguno plural. A veces delató al XX una crucita de madera o una furtiva corona de flores, ambas arrancadas por la Noche Obstinada.

Yablonoi, Tatiana, desde muy niña intrigóle cómo llegaba la pasta dentífrica hasta dentro del tubo –intuyó, sí, que tubo y pasta no eran lo mismo–, pero nunca preguntó a sus padres, a la maestra, ni comentábalo con hermanos y amigos, lo que valióle llegar a anciana en su natal Magdian sin aclarar su curiosidad, a todo lo cual, con resignación, llamóle “misterio”.

Yayo de Nentón, filósofo creador de la escuela Acantha, llamada así por lo espinoso de sus reflexiones, proposiciones, tendencia escéptica. Dejó dicho: “NO ares en mares ajenos ni prediques en desiertos extraños, ¿no te basta con tu propia inutilidad?” “No se compara la nostalgia por lo nunca poseído con la nostalgia de lo perdido”.

Yékarov, Isacar, avaro y usurero de San Petesburgo, al morir de inanición viejo y solo, se encontró bajo su colchón 2.4 millones de rublos y una salamandra disecada. Con aquella fortuna levantóse una sinagoga con la forma del anfibio.

Yepes, Crótalo, antes de ser concebido y gestado concediósele la excepcional conveniencia de escoger a sus padres biológicos y eligió a los que cabalmente tuvo, quienes nunca enteráronse del extraordinario acontecimiento.

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Selecto reparto, primeros actores, de la conocida y gustada tragicomedia chapina “Corrupción e Impunidad”, subtitulada “La Cosa Nostra Nacional”, en orden de aparición: ejército, basureros politiqueros/ electoreros/ prostibularios, CACIF, Congreso, crimen organizado, algunos magistrados de Cortes, la “nueva” Fiscal General y Coronel, inevitables abogángsters, el conciliábulo de ministros, canales de televisión “abierta” a la venalidad, tras bambalinas asesores /titiriteros/ parásitos, uno que otro ideólogo comparsa invitado y el estoico pueblo sufragante como telón de fondo. La temporada oficial se mantendrá a todo lo largo del siglo.

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