Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es
“Donde hay poca justicia es un peligro tener razón”
Francisco de Quevedo
El día del velorio de mi hermano toda la familia se encontraba compungida, el dolor no nos permitió razonar, entre gestiones burocráticas, ya éramos solamente un grupo de hermanos, sin padre ni madre, pues la mazorca se principiaba a desgranar; todos estábamos en estado de shock, porque no asimilábamos la pérdida de uno de nosotros, alguien que creció, y convivió ilusiones y desilusiones en grupo, y jamás compartiría nada, el día del entierro nos llegó la información que el menor herido había sido operado, pero que inexplicablemente no contaba con custodio, ya que la señora Fiscal del MP encargada del caso del menor, no lo consideró necesario, por lo que no se lo solicitó al juez competente.
En medio de nuestro dolor, el ver a mis dos sobrinas y la maravillosa mujer que es su madre, estaban por primera vez, y para siempre sin su padre y esposo, saber que a diferencia de nosotros como familia crecerían sin su padre, que siempre fue un hombre dedicado a su familia, no nos ocupamos de momento de las cuestiones de fondo.
Caminado al cementerio platicamos con uno de mis hermanos sobre la irregularidad que nos parecía el que el menor no contara con custodia, ya que a criterio de la policía los dos incidentes tenían relación, porque al menor herido, le encontró la policía en la mochila suficientes pruebas como para que las dos fiscales vincularan los casos, ¿Qué explicación coherente se puede brindar que el botín obtenido en un hecho de sangre, se encontrará en la mochila de un menor herido en otro hecho de sangre? Me parece que no se requiere ser docto en investigación criminal, que los dos hechos de sangre se encontraban íntimamente vinculados, pero por haraganería, o en su defecto burocracia sin sentido no se diligenció los casos como uno solo, debido a la evidente vinculación.
Con uno de mis hermanos, nos propusimos ir al día siguiente al del entierro, a buscar al herido, porque como cualquier familia que inexplicablemente ha perdido violentamente a un ser querido, necesitábamos respuestas.
El día sábado, siguiente al del entierro de nuestro hermano, como ya contábamos con el nombre del herido, gracias a la policía, fuimos al hospital Roosevelt a buscarlo, y que nos proporcionara respuestas, entramos y nos dirigimos a cirugía de hombres, preguntamos por el herido, nadie nos supo dar información alguna, casi en uno de los últimos lugares, alguien recordó al adolecente y nos indicó en donde se encontraba internado, pero su cama se encontraba vacía, y como un “fenómeno inusual” nadie, absolutamente nadie, recordaba nada de él, ni siquiera que había sido sometido a una cirugía por herida de bala.
Preguntamos, si por ser sujeto de un hecho de sangre, no tenía custodio, y nos contestaron que no, ya que era menor, no había considerado el MP que necesitara vigilancia, como si de un niño de primera comunión se tratara, salimos con más dudas con las que entramos, ¿Cómo salió? ¿Quién contribuyó a su ¿“Liberación”? ¿Cuánta responsabilidad tuvo en la muerte de nuestro hermano?
Todas las anteriores preguntas sin resolver, en pleno siglo XXI es una humillación sublime e increíble, para cualquier guatemalteco, o un ciudadano global, perder a un ser querido, sin respuesta alguna, y no porque las mismas no existan, es simple y sencillamente a nadie, más que a sus seres queridos, importa un asesinato anónimo, pero no por ello deja de ser asesinato.
Continuará.