Cartas del Lector

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Rolando Palomo G.

Desde la destitución del canciller Morales Moscoso no ha habido un buen momento para presentar mi renuncia al cargo de Miembro Asesor de la Unidad de Soberanía y Dominio del Ministerio, pero antes de que exista uno peor, me anticipo a renunciar públicamente del cargo que, desde hace 16 años cumplo en el Ministerio, primero como Miembro del Consejo de Belice, luego como Miembro de la Comisión de Belice (COMBEL) y ahora como parte de la Unidad sucesora de las otras dos.

En todos esos años, la reivindicación territorial ocupó la prioridad de la Política Exterior de Guatemala y, en consecuencia, tuvimos siempre el incondicional apoyo de los cancilleres de turno, quienes comprendían que era este un tema de Estado y no un tema de Gobierno de las veleidades o del partido político en el poder.

Así, insignes cancilleres, principiando por Eduardo Stein, y continuando con Gabriel Orellana, Edgar Gutiérrez y Gert Rosenthal, trabajaron presencialmente con nosotros, construyendo pacientemente un coherente caso ante la Comunidad Internacional, principalmente ante Belice y el Reino Unido, hasta culminar con la firma del Acuerdo Especial que obliga a ambos Estados, a someter el Caso a la Corte Internacional de Justicia.

Luego el canciller Rodas Melgar hizo construir un sitio autónomo y seguro en el edificio del Ministerio, brindándole a nuestro trabajo y a la sensible documentación que administramos, la seguridad física y electrónica que el sigilo del caso exigen.
Dicho apoyo fraterno e irrestricto continúa con el canciller Harold Caballeros, quien a su apoyo suma las extensas relaciones personales que posee en el exterior.

Excluyo de este recuento constructivo y patriótico al canciller Fernando Carrera, quien, en evidente aplicación de consigna recibida del binomio presidencial, y en un acto servil y ofensivo, decidió disolver la Comisión de Belice y sustituirla por un órgano asesor integrado por militares, los ministros López Bonilla y Anzueto Girón, incluidos.

El nombramiento de la canciller Jovel Polanco significa una ruptura en la Línea del Tiempo, pues del Caso se encontraba en la fase de Socialización de la Consulta Popular, cuyo exitoso resultado fue fruto de la inercia del trabajo de la Unidad y del decidido e incondicional apoyo del presidente Morales Cabrera, quien incluso se acercó a trabajar con nosotros en jornadas nocturnas y desde ahí ordenaba los apoyos institucionales requeridos.

Concluida esta fase, la Agenda adversa a la Comisión Internacional y al Ministerio Público, enajenaron las prioridades del Ministerio, desdibujando nuestro trabajo, regateando los apoyos solicitados y sometiéndonos a un verticalismo funcional desconocido para nosotros. En síntesis, perdimos nuestra calidad asesora y nos convertimos en burócratas pretendidamente obedientes y esperadamente sumisos, a la vez que veíamos como la conducción de la política exterior del país, en vez de sumarnos apoyos internacionales, nos los restaba y que nuestras mal críticas sedes diplomáticas, como Washington, Naciones Unidas y Londres, se ponían al servicio de la contienda que siendo inicialmente contra el doctor Velásquez Gómez, se trocó en un enfrentamiento estéril contra la ONU, organización de la que la Corte Internacional de Justicia es su brazo judicial.

Nosotros fuimos siempre asesores del Estado de Guatemala y nunca de un Ministerio o un régimen dado. Al decir nosotros me refiero a los doctores Alberto Herrarte, Francisco Villagrán Kramer y Rubén Contreras Ortiz, para mencionar a quienes se me han adelantado en el transito del mundo físico al mundo metafísico, pero también tengo que mencionar en ese grupo al doctor Gabriel Orellana Rojas, a la embajadora Maritza Ruiz de Vielman y al licenciado Gustavo Orellana Portillo, victima este también del verticalismo torpe y de los intereses creados.

Tengo la obligación moral de detenerme aquí, para no afectar el trabajo de quienes tendrán que conducir el Caso ante la Corte Internacional de Justicia y para no arriesgarme a que mi conducta a la sombra de las leyes y principios que reprimen actos que puedan ser considerados misóginos o de cualquier forma personalizados.

De manera que, tal como se lee en el encabezado del presente artículo, le digo adiós al Ministerio de Relaciones Exteriores, esperando que reencuentre la senda perdida y vuelva a ser el rostro Diplomático del país, lo que solamente se conseguirá recurriendo a los grandes hombres y mujeres de los que Guatemala es tan pródiga.

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