Sandra Xinico Batz

sxinicobatz@gmail.com

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Sandra Xinico Batz
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[¿Has sentido la rabia?

Aquella fuerza que te jala para adentro,
un estrujo de ser,
de empujones a la fuerza.

¿Cómo no sentirla?
¿Qué hacemos con ella?]

Tenemos derecho a la historia, a la memoria, a nombrarnos. En los libros se nos registra como perdedores y se nombra a quienes la hegemonía ha hecho “héroes civilizadores”. Manipular la historia ha sido muy funcional para mantener el control, con el tiempo nos convencen y terminamos creyentes de la palabra única y absoluta que es determinada desde el poder.

¿Cómo se ha mantenido ese poder? Con opresión, muerte, violencias, exterminios, despojos, genocidio…

El genocidio como expresión máxima del racismo no se trata sólo de la muerte física, ya que uno de sus objetivos es exterminar la cultura o a las culturas de quienes desde el racismo se ha legitimado como inferiores y que constituyen un problema que debe ser eliminado. Busca deshacer la cultura y para ello deshace la vida de las personas, con extrema violencia se les desarraiga para que se desestabilicen personal y socialmente porque desquebraja a la comunidad, expropia patrimonios, destruye el ámbito familiar y provoca que la identidad se diluya. Es un proceso cruel y doloroso.

La cultura no es un concepto (como nos han enseñado). Se trata de ideología, la cosmovisión es la manera en que entendemos y vivimos la existencia. Implica el territorio (tiempo-espacio) porque es allí donde se desarrolla la vida, nuestra existencia, la herencia de nuestras ancestras y nuestros ancestros. La idea que tenemos de quiénes son diferentes es producto de lo que nos han enseñado a “pensar” (y nos están enseñando a pensar desde el odio y la doble moral).

Los pueblos originarios en Guatemala no somos minoría, pero nos tratan como si lo fuéramos. Sus leyes, su Estado camina en contra de los pueblos. Su Sistema de Justicia es injusticia para las mayorías, es una burla. El genocidio no ha acabado, tampoco inició con el Conflicto Armado Interno, ha sido un proceso continuado de más de 400 años en los que se ha matado a miles, saqueado territorios y en la historia de la invasión se puede constatar que desaparecieron culturas y pueblos enteros.

Existimos por la fuerza de quienes nos han antecedido, heredamos la persistencia. La fuerza del pueblo ixil por buscar justicia es admirable, como la fuerza de los pueblos originarios por no dejarse abatir. Pero el dolor es inevitable, porque revivir una y otra vez lo vivido no fue suficiente para que este país comprenda la dimensión del genocidio y sus implicaciones.

Hay que nombrar nuestra historia una y otra vez. Nadar contra la corriente del olvido. Las generaciones más jóvenes tienen el derecho a saber la verdad de nuestros pueblos, a comprender por qué estamos como estamos. El genocidio busca el empobrecimiento de nuestro ser para matarnos de a poco: a balazos, de hambre, de dolor.

¿Cómo sanar si el terror no se ha detenido?

Si el racismo persiste el genocidio continúa.

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