Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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El destape de una investigación realizada en Estados Unidos sobre casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes concretamente en el Estado de Pensilvania ha provocado oleadas de reacciones en todo el mundo y el Papa Francisco ha enfrentado los hechos condenando en forma enérgica la manera en que han sido encubiertos muchos de esos abusos, no obstante lo cual las facciones más conservadoras de la Iglesia la han emprendido en su contra al punto de pedir su dimisión. De hecho hay que decir que la pederastia no es un fenómeno que ocurra únicamente en la Iglesia Católica y que tanto en otras denominaciones religiosas como en otros grupos que trabajan con niños y menores de edad se puede observar de manera recurrente. Desde maestros hasta entrenadores deportivos, pasando por toda una gama de gente que ejerce alguna autoridad con infantes, el abuso es mucho más corriente de lo que uno pudiera pensar.

Sin embargo, en el caso de la Iglesia Católica el escándalo es mayor, no sólo porque sin duda hay sectores interesados en dañarla institucionalmente, sino también porque es obvio que el tipo de autoridad moral que ejercen los religiosos sobre los menores es un factor crucial que no puede quedar en el tintero. Y también crece el escándalo porque la misma jerarquía tomó en su momento el camino equivocado de apachar los clavos, como decimos corrientemente, con la equivocada visión de que así protegían a la Iglesia como institución, sin entender que los beneficiados eran los abusadores, dañando seriamente a los abusados.

Como dijo el Papa cuando habló del tema del homosexualismo, estos temas resultan tan complejos que uno debe pensar “y quién soy yo para juzgar”, pero indudablemente que enconcharse en la idea de que todo es un montaje para perjudicar a la Iglesia ha sido un error muy serio porque ningún problema se resuelve escondiéndolo bajo la alfombra y en cualquier circunstancia es mejor dar la cara que buscar excusas y pretextos, por razonables que puedan parecer en determinado momento.

Yo tengo mucha admiración por los Papas Benedicto y Francisco que rompieron con la tradición de encubrir de forma sistemática los hechos y evitar que se produjeran investigaciones. Es más, han sido ellos quienes dieron el paso al frente pidiendo perdón a las víctimas de abusos, no sólo por esos deleznables hechos, sino por la indiferencia que mostró la Iglesia durante muchos años con el pretexto de que se trataba de campañas sistemáticas para desprestigiarla. Y puede que lo hayan sido, pero el remedio terminó siendo peor que la enfermedad porque implicó ya no sólo a los abusadores sino a quienes les encubrieron mostrando tremenda indolencia hacia las víctimas.

El Papa Francisco asumió su Pontificado en condiciones muy adversas tras el destape de actos de corrupción en la misma curia vaticana y tras la renuncia de Benedicto. Enfrenta corrientes ultraconservadoras que le atacan de forma sistemática y que aprovechan un tema tan polémico y difícil como el de la pederastia para hacerle daño no obstante su postura de reconocer los hechos y pedir perdón, por lo que los fieles tenemos que multiplicar nuestras oraciones por él en estos momentos de tribulación.

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