Sandra Xinico Batz

sxinicobatz@gmail.com

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Sandra Xinico Batz
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Violencias por todos lados. La agresión hacia las mujeres es más que preocupante, se trata de la vida o la muerte y están muriendo cientos. El fanatismo religioso y conservadurismo bloquea la posibilidad de debatir con argumentos reales y esto es algo que no aceptamos, como tampoco aceptamos que esta sociedad es sumamente racista y machista que se ensaña contra las más pobres, cuya pobreza es provocada precisamente por su condición (asignada) de mujer y principalmente si es indígena, ya que el racismo la colocará en el nivel más bajo de la jerarquía social.

Desde que nacemos nos determinan. Se pasan la vida recordándonos que nacimos para ser madres porque la maternidad es un “instinto”. Se nos impone la idea de lo “natural”, de lo incuestionable, de lo que no podemos decidir por nosotras mismas, pero que sí pueden hacerlo otros sobre nosotras, sobre nuestras vidas, en nuestro nombre. Esta sociedad está dispuesta a someter a la maternidad por el “bien” de la humanidad, para garantizar la especie.

Se nota que nos ha afectado mucho el que desde niñas y niños no recibiéramos educación sexual, las consecuencias son innegables, basamos nuestra “racionalidad” en mitos y moralismos. Sólo una sociedad patriarcal está dispuesta a someter a niñas a la maternidad, forzándolas a parir el producto de su violación. Sólo una sociedad machista se opondrá a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, pues de esta manera seguirá ejerciendo poder sobre su cuerpo y vida.

Los datos presentados por el Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva (OSAR) son terroríficos: 61 mil 686 embarazos en mujeres y niñas, de enero a julio, que tienen entre 10 y 19 años. ¿Cómo podemos pensar que una niña de 10 años o menos decide por sí misma ser madre? Nos parece aberrante la idea de la interrupción de los embarazos en niñas violadas, pero no el acto de la violación, que en la mayoría de casos queda impune y las mujeres no obtienen justicia ni reparación. La doble moral, la hipocresía y la ignorancia nos rebasan y nos están haciendo incapaces de mejorar la vida de las generaciones más jóvenes.

Este es un país que odia a las mujeres y la niñez porque deja que nos maten, violen o que muramos de hambre, ya que en lugar de legislar a nuestro favor prefiere quedar bien con los grupos más conservadores para no ser desterrados, pues así perderían privilegios. El Estado fue capaz de prenderle fuego a las niñas que necesitaban de su protección y salir impune. En nombre de la familia se fomenta el odio, la discriminación y la desigualdad, en nombre de Dios se legitima la violencia contra las mujeres cuyas demandas siguen siendo tachadas de divisionistas.

El aborto más que un tabú es cuestión de patriarcado y clasismo. Si fueran los hombres los que quedaran embarazados y tuvieran que parir, seguro que el aborto sería legal y además legitimado, como se legitima aun socialmente que ellos decidan sobre el cuerpo y vida de las mujeres.

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