Oscar Clemente Marroquín
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Siempre he sostenido que la corrupción no es tema ideológico, aunque algunos lo quieran pintar de esa manera, y el ejemplo de El Salvador es sumamente ilustrativo porque entre Antonio Saca y Mauricio Funes, uno de ARENA y el otro del FMLN, se robaron más de seiscientos millones de dólares en los dos períodos presidenciales sucesivos. La cantidad resulta obscena en cualquier circunstancia, pero se eleva al cubo cuando uno toma en cuenta las condiciones sociales de nuestros países, en donde la gente no tiene ni siquiera oportunidades y se ve obligada a emigrar en busca de ellas para atender las necesidades de sus familias.
Seiscientos millones son más de cuatro mil quinientos millones de quetzales y una cifra de ese calibre no llega a materializarse mentalmente con facilidad, sobre todo cuando mucha de la gente que lo piensa no tiene más que ingresos de subsistencia. Pero si pensamos cuántas escuelas pudieron construirse con ese dinero y la calidad de servicios hospitalarios que se hubieran cubierto si se asigna ese montón de plata a salud, empezamos a entender la dimensión del daño. No digamos si se piensa cómo se puede combatir el hambre de tanto niño desnutrido con la correcta utilización de esos recursos.
Y eso es apenas lo que se ha podido judicializar, pero queda volando la cantidad robada por otros medios que no llega a estar bajo la lupa de los investigadores. Es como el caso de nuestra experiencia con el partido Patriota que, por supuesto, no es el único ni seguramente el que más ha robado a lo largo de estos años de la mal llamada apertura democrática. Si Saca y Funes se pudieron levantar 300 millones de dólares cada uno, imaginemos por un momento lo que pudieron robarse en el período del PP cuando existían de manera simultánea varias maquinarias de corrupción desmedida, empezando por la del mismo Pérez Molina, la de la Baldetti, la de Sinibaldi y la de Archila, para citar apenas los casos que se pueden considerar como más destacados, pero se sabe que cada ministerio era un feudo de saqueo de los fondos del erario.
Y sin que acá seriamente se pueda hablar de diferencias ideológicas, tenemos que quien se definió como socialista también hizo de las suyas. El gobierno de Colom no fue muy distinto al de Pérez Molina y de hecho con operadores como Gustavo Alejos en la Secretaría Privada de la Presidencia (como casi todos los gobernantes que hicieron de esa oficina su agencia de negocios), se dedicaron al saqueo inmisericorde de las finanzas públicas.
Por ello es que hay que insistir en que el problema no está en las ideologías, sino en los modelos de gestión pública existentes en estos países miserables en donde se roba de forma tan descarada y cruel. Es la ausencia de mecanismos de control y de castigo lo que facilita que se pueda operar de manera sistemática de esa forma. Imaginemos lo que amasaron durante tantos años los Arzú y los Medrano, para poner dos nombres emblemáticos y hagamos la suma de lo que nos han robado a lo largo de tantos años. ¡Seguro nos vamos de espalda!