Stu Velasco

stuvelascoprospectiva@gmail.com

Comisario General (PNC) en buen uso de su retiro. Experto en seguridad ciudadana, servir a Guatemala es mi ¡mayor pasión! Criminólogo y Criminalista (UMG). Magíster Artium en Estudios Estratégicos por la Universidad Rafael Landívar. M.A. en Seguridad Pública por la Universidad Galileo. Consultor en análisis estratégico,  procesos de inteligencia, gerencia de crisis y administración de riesgos. Constructor de una mejor sociedad para nuestras futuras generaciones.

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Stu Velasco
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Cuando se cree ilusamente o peor aún se sabe la verdad, pero se elige el silencio cómplice, que en las instituciones religiosas que en sus iglesias no pasa nada más que la sublime adoración a Dios, que la “amorosa” orientación a nuestros niños y adolescentes, y cobardemente se opta por callar los deleznables abusos y crímenes sexuales que ocurren dentro de las paredes de lo que debieran ser las iglesias de la “salvación”, entonces no se está fortaleciendo ninguna fe, están ensanchando el camino que los llevará hasta las puertas de su propio averno.

Como todo ser humano dotado de principios y valores, de esos elementos intangibles como lo son los sentimientos los cuales radican dentro de nuestro ser, que, a pesar de ser etéreos, definen nuestros pensamientos y nuestras acciones que terminan afectando para siempre a nuestros semejantes, se hace apremiante abordar un tema que sacude hoy a la sociedad y a la propia Iglesia Católica, en Pensilvania, Estados Unidos de Norteamérica.

Han salido a luz las tenebrosas acciones que sacerdotes católicos cometieron desde la década de los 70, cientos de violaciones sexuales y toda clase de perversidades sexuales cometidas contra niños y adolescentes. Desde violaciones anales y orales a menores de 15 años y en uno de los abominables casos a un niño de 7 años, abusado recurrentemente por el sacerdote de su congregación, esto ha sacudido los cimientos de la Iglesia Católica y obligado a pronunciarse públicamente al respecto.

Y es que hoy más allá de una denuncia familiar o de creyentes se trata de un informe del Sistema de Justicia de los Estados Unidos, el fiscal general de Pensilvania Josh Shapiro, ha concluido que cientos de sacerdotes católicos abusaron sexualmente de miles de niños desde la década de los 70 y silenciaron a las víctimas mediante el uso de la fe como un arma.

Dentro de los miles de casos documentados por la Fiscalía General de Pensilvania obran aterradores testimonios de víctimas, uno de ellos que fue Dougherthy manifestó: “El padre Koharchik usaba el deporte para abusar de mí y de otros niños. Después de jugar, sabías que en la ducha iba a abusar. O en el coche. Nos llevaba a los entrenamientos y solía sentarme sobre su regazo para dejarme conducir. Y tocaba mi pene. Si le mirabas mal, te decía ‘mira la carretera’ y tenías 10 años, y estabas conduciendo mientras te tocaba…”. Con el paso del tiempo, el sacerdote acabó masturbándolo. Una vez, en la ducha, cuando ya tenía 13, le penetró con un dedo.

Hoy en Pensilvania dos sistemas están en acción: el del imperio de la ley a través del Fiscal General y el del religioso que poco o nada tiene de argumento a su favor, más que salir y pedir perdón, el cual no será suficiente para los aberrantes crímenes cometidos; certera la evidencia contra 300 sacerdotes, que, usando su espiritual investidura, se valieron de una sotana y ferviente fe de inocentes para abusarlos sexualmente y destruirles sus vidas.

No solo en la Iglesia Católica es donde ocurre esto, en todo ministerio religioso puede estarse practicando, hemos conocido de Pastores y Sacerdotes detenidos y sentenciados por abusar de sus fieles.

Máximos líderes religiosos de nuestro país asuman con responsabilidad sus obligaciones espirituales, sean enérgicos en la fiscalización de sacerdotes, pastores, etc. No callen, denuncien al Sistema de Justicia todo acto de abuso que conozcan dentro de sus iglesias. Al Ministerio Público y Procuraduría General de la Nación estar muy vigilantes a todo mercenario de la fe.

¡Cuando decimos que la niñez es prioridad, no debemos guardar silencio!

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