Sandra Xinico Batz
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¿Nos estarán poniendo a prueba? ¿Probando si nos resignamos a seguir sosteniendo y soportando este desastre que han hecho pasar por nación? La vida en Guatemala es invivible para los más empobrecidos y excluidos. Los costos de la ineptitud del gobierno los está pagando el pueblo que literalmente se muere de hambre mientras los funcionarios del Estado gastan miles de quetzales al mes en sus dietas extravagantes. Este pequeño país tiene enormes riquezas que están concentradas en poquísimas manos y cada vez los pobres son más pobres, más despojados y vulnerables.
Ya han pasado casi dos semanas desde la tragedia del Volcán de Fuego y el panorama es desolador. Rostros entristecidos, de angustia e incertidumbre se observan en las personas que permanecen en los albergues. Los días transcurren y pronto deberán volver a la “normalidad” que jamás volverá a ser normal para los miles de afectados porque además del dolor, de la muerte y la destrucción, el futuro (que ya es su presente) no es alentador.
Además de esto y de haberlo perdido todo, ahora tienen que pagar la maquinaria que escarbe para sacar a sus muertos. Son ellas mismas, las víctimas de esta tragedia, las que se han organizado para recuperar los cuerpos de sus familiares, porque al Estado le ha convenido más declarar el área como cementerio, ya que de esta manera deja enterradas las pruebas de su responsabilidad en la muerte de miles de personas, cuyos restos permanecen bajo los escombros. Dejando los cuerpos allí, buscan esconder lo que los sobrevivientes han insistido desde el primer momento de este desastre, que son cientos los desaparecidos y familias completas han dejado de existir.
La escena en la que cargan al diputado José Ubico, al quemarse los pies durante su “recorrido” en la zona cero, es una analogía del gobierno de este país, que sirve sólo de estorbo y que estamos mejor sin él. La actitud de la primera dama al fingir que estaba dando donaciones, cuando en realidad “ayudaba” a entregar las donaciones que otros habían hecho, reitera la impresión que las personas tienen acerca de que estas donaciones servirán para la campaña política de las elecciones que se aproximan y no cumplirán con el objetivo de quienes los donaron, el que llegue a las manos de las y los afectados.
Los albergues parecen centros de refugiados, militarizados y con enormes carencias. Hasta “El Taquero” se pronunció con “propuestas” antes que el Presidente, al ofrecerles sus once fincas para en ellas construir las casas a los damnificados. Los diputados por su parte hacen el trabajo de desgraciarnos más la vida, aprovechándose de la tragedia para aprobar leyes para su beneficio y para el de los ricos y corruptos.
Entre todo esto, ya son ocho los líderes comunitarios asesinados de mayo a junio. Sus muertes (selectivas) están quedando en la impunidad y es un mensaje que pretende infundir miedo y deshacer la organización comunitaria.
Nuestra cotidianidad parece una constante pesadilla, pero no es real y le llaman país.