La tragedia ocurrida ayer en las inmediaciones del Volcán de Fuego nos pone a prueba como sociedad y nadie puede ni debe permanecer indiferente ante el sufrimiento de tantas familias que han perdido a sus seres queridos y muchas más que sufrieron pérdidas materiales que nos obligan a mostrar nuestra mejor cara de solidaridad, justamente aquella que nos distinguió como pueblo tras el terremoto de 1976 cuando no hubo regateos en el esfuerzo por atender a quienes más lo necesitaban.

Los guatemaltecos hemos demostrado nuestra capacidad para ser compasivos con quienes más sufren y solidarios para compartir con ellos el dolor pero, además, para ayudar con lo que esté a nuestro alcance para atender sus necesidades derivadas de los efectos de una catástrofe como la ocurrida ayer. Se multiplican a estas horas los centros de acopio y las cuentas bancarias en las que se puede depositar dinero para cubrir lo esencial, en espera de que el Estado pueda disponer de los recursos para atender la emergencia.

El número oficial de muertos puede incrementarse en las próximas horas cuando los cuerpos de socorro inicien el rescate de quienes quedaron soterrados, pero también corren alto riesgo esos héroes que han sido los miembros de los cuerpos de socorro, de las fuerzas del orden, los militares y muchos voluntarios que pese al peligro están colaborando con las labores de rescate. Nuestros reporteros en el lugar informan a las nueve menos cuarto de la mañana que la actividad volcánica se mantiene y que existe riesgo de que se pueda repetir algún deslizamiento como los que ayer fueron causantes de tanto daño.

La ayuda de países amigos ha sido prontamente ofrecida y debemos manejar todos los recursos con la misma transparencia que lo hizo el gobierno de Kjell Laugerud en el terremoto del 76 y no con la displicencia que mostraron los patriotas, con Baldetti a la cabeza, en el terremoto ocurrido durante su gestión y que fue fuente de negocios y trinquetes de los que estilaban y que ya Monzón relató con lujo de detalles.

Es un momento crucial para el país en el que debemos dejar por un lado cualquier diferencia para unirnos en el esfuerzo por atender a los que resultaron tan seriamente damnificados por ese fenómeno natural tan devastador. Es tiempo de hacer que el pesar y la solidaridad marquen nuestra actitud hasta que logremos atender a todas las víctimas y acompañar a todos los deudos que lloran en este momento la muerte de algún ser querido o la desaparición de otros. Por todos ellos, nuestra oración.

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