Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

En Guatemala parece que ser juez independiente y probo es sinónimo de blanco de ataques por los oscuros grupos que se resisten a que las cosas vayan cambiando porque desean seguir operando el país bajo un sistema cooptado que facilite una impunidad que alienta la corrupción y demás vicios.

Ahora es el turno de la jueza Erika Aifán, de Mayor Riesgo, quien está bajo un feroz ataque desde varios frentes. Primero, la Sala de los Milagros (la Sala Tercera del Ramo Penal), esa que teniendo vínculos con el presidente Jimmy Morales se encargó de dictar sentencia en el caso de Álvaro Arzú en lugar de limitarse a decir sí o no a formación de causa y que ahora está siendo la herramienta para presionar a la jueza Aifán por el caso de los rusos que de víctimas de una red de trata y persecución tienen lo mismo que los chances de la Selección de Guatemala de ir al mundial de Rusia. A la referida sala se le recuerdan los casos de Rabbé y Stalling.

Y para ajuste, la Corte Suprema de Justicia (CSJ – la corte de Blanca Stalling, que no se nos olvide) le da trámite al antejuicio que presentó uno de los magistrados del Rey del Tenis por la burda excusa de que su esposa magistrada se encontraba en la casa que fue allanada. Imagine qué estarían diciendo si el MP hubiera presentado una solicitud de antejuicio contra la esposa del magistrado iluminado por Dios, Eddy Orellana, alegando que su delito era ser esposa de un magistrado al que se le estaba siguiendo el debido proceso; el argumento era más burdo que el Ministro de Ambiente.

Y es importante contrastar que esa CSJ fue la misma que de manera express protegió a Mynor Moto, cuando entonces sí, siguiendo el proceso que la ley ordena, se presentó un antejuicio en su contra acusado por dilación deliberada de la justicia. Así son las cosas en nuestra querida Guatemala y por eso es que el cambio es el único camino posible si queremos que haya futuro en todo el sentido de la palabra (incluso para que se genere un mejor clima de inversión).

Cabe recordar que quienes defendieron a Moto ahora guardan silencio en torno al caso de Aifán. Una sociedad que tiene a sus mejores jueces bajo un acoso feroz por motivos espurios, no puede ser una sociedad que camine por el sendero correcto. El sistema de justicia está golpeado, pero en él hay muchos jueces y magistrados que formando una minoría, marcan una gran diferencia y nos enseñan que no todo está perdido en el sistema.

Pero en estos casos la sociedad también se debe expresar y muchas veces ese silencio social termina siendo un terrible cómplice (sin quererlo probablemente) de las perversas intenciones de unos pocos que se fortalecen por la indiferencia de unos muchos. Aifán, como todos aquellos que luchan por un futuro mejor, merecen apoyo y acompañamiento.

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