Marco Tulio Trejo Paiz

Es cuestión de simpatía y animadversión respecto de la persona de que se trata por su comportamiento en las acciones que protagonizamos…

En realidad, no somos moneditas de oro para caer bien a tirios y troyanos; somos humanos, susceptibles de aprobar o no probar nuestros actos, sobre todo si somos hombres públicos, o sea servidores del oficialismo…
El brigadier Ríos Montt fue alto funcionario del Estado, nada menos que Jefe del Gobierno de la República y Comandante de las Fuerzas Armadas.

Surgió como mandamás en las alturas del régimen de gobierno a raíz de un golpe de Estado no atribuible a él, pues cuando menos lo pensaba lo llamaron para asumir funciones equivalentes a presidente de la República.
A la sazón, el país estaba casi en plena anarquía total, no se sentía una acción eficaz para poner orden en todo el territorio nacional; se había desencadenado un gran desorden y una criminalidad que afectaba a la población. Los bandidos andaban sueltos en las calles del país.

La inseguridad física y patrimonial estaba causando mucha preocupación en el seno de la sociedad porque nadie se sentía a salvo de los facinerosos en la vía pública ni en sus hogares, pues los amigos de lo ajeno entraban a las casas violentamente y armados.

Las personas que pudieron llamar a la policía, capturaban con las manos en la masa a los bandoleros y los encerraron en las prisiones. Fueron juzgados mediante procesos a la brevedad posible, y algunos fueron fusilados en el Cementerio General.

La mano dura estaba en su apogeo. Los ladrones se cortaron las uñas largas, los enemigos de lo ajeno, tuvieron que pensarlo dos veces, porque la seguridad reino por la ley.

Las dictaduras son indeseables, mas, ante lo que sucede a diario en la capital y en otros lugares de la República, todas las personas piden a gritos que se haga justicia.
No debemos ser amigos de los excesos de poder, más sí exigentes de que la ley penal se aplique sin llegar a los extremos de la llamada justicia que no siempre es justicia cuando se pisotea la Constitución y las leyes que están revestidas de constitucionalidad. ¿Estamos?, como solía decir el General, ya desaparecido, Fernando Romeo Lucas García.

La democracia es un sistema político que debemos reclamar cuando hay amenazas de imponernos regímenes antidemocráticos, como piden a ratos los que vivieron bajo los gobiernos dictatoriales y tiránicos en el pasado que se está alejando para vivir bajo el manto de la libertad bien entendida, no para estar añorando lo que raya en libertinaje.

Toca al electorado de cada país, especialmente a los que tengan la feliz oportunidad de asistir a las urnas a depositar votos, procurar siempre, en toda ocasión, por los ciudadanos y las ciudadanas que se piense que tienen plausible pasta de partidarios de la democracia que pregonan los buenos chapines para que impere con todos sus valores precisamente la democracia genuina que estamos deseando para vivir con sus todas sus preciadas garantías.

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