Juan Jacobo Muñoz

Si fuera un heredero de Hermes, tal vez diría algo como; los que tengan oídos para oír que oigan.

-Empezaré la primera historia diciendo que hay personas que tiran la piedra y esconden la mano. Parecen inofensivas, pero con una zona oscura que hace de todo. Es gente que intenta demostrar que es buena pero que manipula con engaños y gestos de nobleza que ocultan motivos maliciosos. Son capaces de engañar a todos, hasta a sí mismos.

-Conozco casos de gente que tiene discursos bien logrados y convincentes que al final no llegan al corazón de las personas. Es como si conocieran la técnica, pero no tuvieran el toque. Ponen el discurso al servicio de su lucimiento e intereses, en lugar de ponerse al servicio de lo que presuntamente intentan transmitir. Son los que no se cuidan de los reflectores del estrellato y se encandilan.

-Acepto que existe un principio biológico de apareamiento del que se evolucionó al marco social de las relaciones conyugales. Digo esto porque mucha gente vive el matrimonio como un mandato. La intención tal vez no sea mala, pero hay mucha gente que se mete en relaciones de amor esperando ser amada, sin tomar en cuenta, aunque esté implícito, que va a tener que amar. Cuando empiezan a recibir lo que solo es un sentimiento, lo resienten porque no es lo que esperaban y exigen entonces cosas muy concretas, y en ocasiones soberbias. Terminan convencidos de que han sido estafados, y no alcanzan a divisar ante tanta inesperada adversidad, que la tolerancia y una disposición sincera para amar los salvaría.

-He conocido a muchos hijos e hijas de padres y madres desenfrenados. Hijos que pagan el pato haciendo esfuerzos por ser conservadores y más adultos que sus padres; o que, rendidos, caen también en el desenfreno. Es muy complicado que esos hijos logren advertir si lo de sus padres es miedo, exhibicionismo o expectativas desmedidas. Difícil criticarlo, aunque fuera evidente el miedo de sus padres a no ser suficientes y no verse bien. A los hijos no les está permitido juzgar a sus padres, aunque lo merecieran.

-Hay tantas personas autodestruyéndose; sin saberlo y sin saber por qué. Parecen dejar claro que más que a una decisión, responden a algún impulso que las hace actuar como poseídas. Conforme ahondamos en explicaciones, terminamos explicando menos. La autodestrucción más que una verdadera conciencia de querer morir, funciona como una entropía. En la búsqueda del equilibrio; a menor calidad en el fluir de la energía hay mayor tendencia al caos. Cuando no se sabe quién se es, solo queda ir a la deriva. Si se ganara conciencia y se tuviera menos temor a la conciencia de ser consciente, habría menos destrucción.

-Reconozco la tentación de la gente para hacer deducciones a partir de hechos aislados e imágenes estáticas. No tener el marco contextual hace reducir todo a cosas simples e imprecisas, demasiado alimentadas por prejuicios. Una fatalidad si se toma en cuenta que, con base en esos juicios, se toman decisiones.

-Hay mujeres que se alegran porque encuentran a algún hombre que las deje servirlo y del que pueden depender con tranquilidad. El estatuto masoquista sirve así para proteger al estatuto narcisista. Es lo que pasa cuando todo se vuelve una causa; como si la dignidad de alguien siempre estuviera a prueba.

-A veces creo que hay gente de mala raza; gente que no es noble. Mucha de esa gente suele lograr que tontos y locos útiles provoquen odios inútiles. Me parece importante porque, aunque parezca descabellado, los seres humanos ven pelea y sienten que tienen que meterse. El mundo es poco amoroso y en él priva la carnicería y el manoseo de los mitos. Cualquier ritual que no profundiza en la fe que lo inspira, se torna monótono, superficial y peligroso.

Motolito: 1. adjetivo; Necio, bobalicón, poco avisado. 2. sustantivo; Persona que oculta mala intención con aparente humildad. 3. locución verbal; Mantenerse a expensas de otra persona. 4. mi versión; disfuncional.

Corolario: Cuando uno emite una opinión, expresa también un juicio sobre sí mismo.

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