Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El gobierno de Guatemala se queja por lo que considera un acoso en su contra de parte de las entidades que están investigando la corrupción que ha llegado a ser tan poderosa como para producir la cooptación de nuestro Estado. Sin embargo, cuando vemos que en todo el mundo avanzan esfuerzos por la transparencia tenemos que entender la nueva dinámica que es la reacción natural a la forma en que por todos lados se fue afianzando la corrupción como parte de la vida de los pueblos. Por mucho tiempo, en demasiados países, los políticos aprovecharon la indiferencia de la población que llegó a aceptar la corruptela como algo normal, parte de la cultura o educación de estos pueblos, tal y como lo dijo tan gráficamente el mismo Jimmy Morales en aquella famosa entrevista con Univisión.

Pero si ponemos atención a las noticias internacionales y vemos lo que ha ocurrido con tantos exgobernantes o políticos destacados en cuanto a señalamientos concretos que devienen en procesos penales, veremos que el de Guatemala no es un caso aislado aunque sí puede considerarse como atípico porque la punta de lanza en la lucha por la transparencia se constituyó alrededor de ese novedoso experimento llamado Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, lo que sacó a luz hasta dónde se ha prostituido nuestro Estado, generando reacciones ciudadanas que llegaron a ser realmente célebres.

No le fue nada difícil, por ejemplo, al presidente Morales encontrar simpatías cuando se quejó con Netanyahu por las investigaciones en su contra por el financiamiento electoral ilícito porque ocurre que el mismo gobernante de Israel está siendo investigado por corrupción. Y en ese contexto pedir que le ayude a que Trump entienda que son como almas gemelas, investigadas en una “cacería de brujas” le pareció la cosa más normal del mundo porque ya son tres los que andan en las mismas.

A finales del siglo pasado se debilitaron los modelos de gobiernos autoritarios para entrar a la senda de los gobiernos democráticos, especialmente en América Latina, pero los políticos no entendieron el desafío en todos los casos y son demasiados los países en los que la corrupción sustituyó al autoritarismo, dando paso a lo que hoy tenemos que entender como la dictadura de la democracia, acaso más perniciosa que las tiranías unipersonales porque ésta, la actual, ha tendido sus tentáculos más allá del puro poder político, para enraizarse en todos los segmentos sociales porque igual hay poderosos empresarios siendo parte del juego que conocidos dirigentes sindicales, por ejemplo, que se han prestado para convertirse en útil instrumento para apañar los vicios.

Pero la fortuna está en que lo que fue la silenciosa consolidación de esa dictadura de la corrupción ahora está en evidencia gracias a los avances que se han dado en tantos países y especialmente en el nuestro, donde llegó a demostrarse cómo las perversas alianzas hicieron posible la cooptación del mismo Estado, puesto al servicio de la podredumbre en todas y cada una de sus expresiones.

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