Juan José Hurtado

Revisando los periódicos del día 27/02/18, en Prensa Libre, leí el titular “Rezago al crecer golpea a la niñez”, titular que me dejó desolado, abatido. ¿Se podrá decir furiosamente abatido?

El informe es claro, duele y es vergonzoso. Leer cifras inaceptables sobre la cantidad de niños desnutridos, es muy triste. Un tercio de los menores de 6 meses ya sufren retraso en el crecimiento y el 50% de los menores de 5 años también lo padecen. Todo esto consta en el informe del PMA (Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas) y dice poco de un gran problema: la desnutrición temprana como limitante para el desarrollo psicomotor y en especial el desarrollo del sistema cognitivo.

No se menciona que probablemente muchos de estos niños tuvieron una madre muy joven, muy pobre y probablemente mal alimentada; no dice cuántos iniciaron la desnutrición en el vientre materno.

Al ver la fotografía que el medio pública, traté de imaginar cómo se sienten esos niños, enfermos hambrientos, escuálidos, mal vestidos y descalzos. ¿Qué cuidados y educación reciben?, ¿Cómo se desarrolla su capacidad cognitiva?, ¿Qué visión del mundo tienen?

La madre, marginada junto a su familia, probablemente también mal alimentadas y sin mayor instrucción. Su mirada vaga, parece que no quisiera ver su realidad. Sus codos flexionados y las manos ocultas detrás de la cintura me impresionan, están como evitando agredir, por su situación.

El entorno físico, ¡terrible! Las paredes de caña, las sentí dejando pasar el viento, el frío y el agua e imaginé que mojaba el piso de tierra apisonada y lo convertía en lodo. Sentí mis pies mojados, fríos y pegados al lodo, como los de los niños de la fotografía.

La lectura de la referida nota ha exacerbado mis sentimientos de repulsa y vergüenza. Como estudiante de medicina, hace ya más de sesenta años, tuve mi primer contacto con niños desnutridos y vi morir a muchos de ellos. Sentí lo mismo o aún más, trabajando en el medio rural, tan solo a 30 kilómetros de nuestra cosmopolita capital y hace tan solo cinco años.

Además de repulsa y horror, es también vergüenza. Ser ciudadano de un país que tolera la injusticia de tener a gran cantidad de sus niños desnutridos y maltratados por el hambre, la pobreza y la marginación, viviendo en un ambiente físico y social hostil, es degradante.

Que terrible carga llevan: pobreza, hambre, ignorancia, desigualdad, marginación… me entristece pensar en el desarrollo de sus cerebros, de su capacidad motora y cognitiva. La disminución de estas, limitará en el futuro su capacidad de ser ciudadanos valiosos para el país.

La pregunta terrible que viene con estas reflexiones es: ¿Cuál es el futuro de estos niños? ¿Cuál es el futuro del país? Pensando en forma más personal e íntima, me hago la pregunta: ¿Quisiera vivir en esas condiciones?

¿Y usted?

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