Mario Alberto Carrera
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Cada grupo tiene y define sus propios discursos: define principios y verdades (suyas). Decide qué es el bien (para ellos y para los que viven bajo ellos) y aberrados, también, qué es el mal. Consolida la categoría de qué es “normal” y entonces crea sus blindados “constructos”. La única norma es la suya y manda a sus propios escribas que redacten sus “Constituciones Políticas” a su aire. Lo “normal”, la norma es exclusivamente la de la tribu oligárquica (gutierrista y antiayicinenista) que detenta el poder y “hace” la Política “al dernier cri”. Aquí, es la basada en el neoliberalismo en jocón, que es la que hace suya y aprovecha el más ladrón.

Yo, por la tele, como todos los que somos de las limonadas de la carretera a El Salvador. Los que no somos invitados a saraos tan de “fustán con picos”. Ni somos bobos útiles, “de rapidito”, como la cuarteta Hernández, Rivas, Solórzano y Ramos. Yo, por la tele, viendo el espectáculo montado por y para el III Encuentro Ciudadano organizado por la Fundación Libertad y Democracia, tanque de posverdad que haría palidecer de envidia -por su saber y conocimientos- a la purisísima Academia del buen Platón.

En la pequeña pantalla a todo color, el circo de tres pistas montado para los distintos escenarios en que, a su tiempo, fueron apareciendo las estrellas que integraron el elenco de la gran tenida dionisíaca. Unos en platea -donde los enfocaba una “perseguidora” de ficción- y, otros, en plena escena luminosa donde aparecieron desde caciquitos del CACIF (los meros trompudos no actuaron, moscas ellos) indios archi sincretistas y de facto (los verdaderos indios como Daniel Pascual brillaron por su ausencia, estigmatizados) y periodistas de moda, que dicen vale, se hacen moño y exhiben con tronío acento tan castizo que envidiaría la difunta Lola Flores.

Todo enfocado hacia la persecución y definición del saber, la “verdad”, la política y la semiología del grupo ¡absolutamente propia del grupo y de su “constructo”! La de conducir producir y emitir -en la escena del lujoso hotel- un discurso político que descubriera la gran nueva cuasi evangélica: Dionisio y Thelma para mandatarios de la nación, 2020-2024. O ella adelante y él detrás, según los gustos del momento o la convocatoria de cada quien, porque ya se sabe que Dionisio no es odiado sólo en el infierno.

Descarada campaña política anticipada. Poco fina y poco discreta. Yo diría que hasta poco elegante y más bien camp y kitsch, desde el punto de vista político fino y discreto -a la europea. Pero es que los Gutiérrez no son aycinenistas. No son “comme il faut”, siglo XVIII.

Todo muy bien dispuesto, sobre escena brillaron los dos primerísimos actores, poltronas ¿Pompadour? o ¿Luis XVI? Uno con máscara de español con boina del Baile de la Conquista y, la otra, con máscara procedente del mejor kabuki japonés. Máscara, persona y personaje son términos que se confunden y funden en las viejas atelanas. Y así se confundieron y fundieron -entre sonrisitas seductoras y cómplices- el pequeño Dionisito y la pequeña Thelmita, que creyeron que nos daban atole con el dedo -en la posverdad que nos transmitieron- mediante sus discursos que no querían ser políticos, pero que lo fueron gruesamente cínicos. Claro, todo bendecido -desde Washington donde pasaba unos días de temporada haciendo cabildeo a su favor- el zar de zares, Iván el deconstructor de Estados fallidos.

El chompipe de la fiesta ¡cómo! no fue el clown entre clowns: nuestro payaso nacional y Presidente “Constitucional” del narco estado guatemalense: D. Jimmy Morales, Arzú Irigoyen y Álvarez de las Asturias, marqués de Aycinena ad honorem.

¡Qué morongazo o qué coñazo!: (locución según el gusto o la nacionalidad de los periodistas que participaron en el III Encuentro de los neo-neo liberales).

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