Adolfo Mazariegos

Hace algunos días un amigo me enseñó un video en el que se apreciaban sitios citadinos de China (República Popular de China), y en honor a la verdad, no pude menos que sorprenderme y hasta maravillarme de la magnitud de los proyectos arquitectónicos y de ingeniería que en dicho video pude apreciar. No entraré a comentar ni a cuestionar aquí aquellos detalles relacionados al sistema político o económico de dicho país, porque ese es otro asunto (aunque claro, en tal sentido, nunca podrá separarse totalmente un tema del otro). Sin embargo, más allá de cómo se conduzca un Estado y de las tendencias político-económicas mediante las cuales se busque su desarrollo y bienestar, hay algo que es innegable y que hace una notable diferencia con respecto a países como Guatemala: la visión de futuro. En Guatemala (por ejemplo) hace mucho que no se conoce la realización de una obra de infraestructura que realmente merezca la pena destacar: ni una gran carretera, ni un estadio moderno, ni un puente ancho o extenso, ni un mejor aeropuerto, ni un sistema de transporte digno de los millones que se han gastado por años en subsidios (por decir lo menos)… Y claro, siempre hay cosas más urgentes en las cuales invertir los recursos públicos provenientes de los contribuyentes, lo cual es comprensible: la educación, la salud, la generación de empleo, etc. No obstante, el problema real es que tampoco en esos temas puede decirse que el país haya mejorado mucho desde hace años. Y por citar un ejemplo, mientras países africanos como Etiopía o Kenia, tan golpeados por la pobreza durante décadas, buscan mejorar sus sistemas de transporte uniendo ciudades mediante ferrocarriles modernos (como la futura Red de Transportes de África Oriental) de cuya totalidad ya varios tramos están en funcionamiento (operados y/o construidos por China, por cierto), en Guatemala se sigue pensando en proyectos tan absurdos y cuestionables como los teleféricos como una alternativa a la problemática del transporte urbano. Mientras los países avanzados crean proyectos que además del beneficio práctico una vez concluidos, también ayudan a dinamizar su economía, en países como Guatemala el tiempo pareciera estarse deteniendo sin que nos demos cuenta, lo cual es lamentable y frustrante, porque además pone de manifiesto una tendencia a la conformidad por parte de grupos sociales cada vez más amplios; y al oportunismo por parte de unos pocos que se niegan a que las cosas cambien para el beneficio de la colectividad (el famoso bien común del que tanto se habla últimamente). Tal vez sea tiempo de empezar a ver concienzudamente hacia el futuro, hacia el país que queremos dejarle a aquellos que vienen atrás de nosotros; hacia un horizonte donde el empecinamiento de las posturas que polarizan a las sociedades quede en un segundo plano, y que en lugar de ello, comprendamos que es posible construir una nueva vía, de cara a un verdadero desarrollo, y a la modernidad, por qué no.

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