Edith González
“Y si fuego es lo que arde en los ojos de los jóvenes, luz es lo que vemos en los ojos del anciano”
Víctor Hugo
Como parte de mi trabajo he compartido en hospitales nacionales con médicos, enfermeras, personal administrativo y a lo largo de los años aprendí mucho de ellos y de la vida cotidiana. Pronto me di cuenta que cada vez que se acercan largos periodos de descanso, a los hospitales se lleva a los ancianos bajo el pretexto que “tienen una enfermedad” que no podemos atender en casa.
Navidad, fin de año, Semana Santa y otros tiempos días de descanso o de fiesta los hospitales nacionales principian a recibir ancianos “para que reciban tratamiento”. Pero tras aquella supuesta buena acción de la familia, se esconde una verdad dolorosa. Como en estos descansos se cuenta con varios días para la fiesta, los “ancianos pesan” y es mejor llevarlos a un hospital.
Se presentan a la emergencia hospitalaria, hacen su espera y cuando son atendidos informan que “el abuelo está enfermo y por eso lo traemos a que lo curen”. Dan el nombre del paciente, una dirección que es falsa, un número de teléfono, que no existe y ofrecen venir al hospital todos los días de visita “para ver cómo sigue el viejito que tanto queremos”.
Se van con su problema resuelto, pues dejaron al adulto en buenas manos, con enfermeras y doctores a su cuidado, y de paso gratis. Pensando “Ahora sí. Podremos viajar, comer y beber tranquilos y al regresar venimos al hospital por el padre ya persona mayor”. Aunque muchas veces que se les olvida y pasan los días, las semanas e incluso los meses y el viejito sigue en el hospital.
Trabajo social de los hospitales insisten en llamar al teléfono que dejaron de referencia, pero está registrado a nombre de otra persona o no lo contestan. La dirección que dejaron no es correcta. Así que “el viejito” seguirá en el hospital. Simplemente lo abandonaron. Muchas veces al mes o más tiempo llegan por él y lo regresan a la casa. El año entrante, si aún vive, tratarán de hacer lo mismo.
Esto es apenas una fotografía de nuestra sociedad. Una pincelada de cómo nos comportamos ahora los guatemaltecos, que en alguna parte del camino se nos olvidó el amor a la familia, el respeto a los ancianos y aprendimos a ser deshumanizados.
Que importa el viejo, si sólo es un peso a la familia. Hay que atenderlo porque “ya ni caminar puede”. Hay que darle de comer, bañarlo y vestirlo. Esa es la familia que ahora tenemos que piensa en el individuo y no en el grupo familiar. El anciano se convierte en un sujeto inservible. Y como en esta sociedad no se acostumbra llevarlo a un asilo, porque el Estado no los tiene y los privados son caros, entonces que los hospitales carguen con él, “porque yo me voy de parranda… son varios días sin trabajo y no puedo atenderle…”
“Se te olvidó que ese anciano, te dio la vida, alimentación, educación, apellido, núcleo familiar y su amor”.
Estamos a tiempo de recapacitar y educar con el buen ejemplo para evitar ser mañana el abandonado en un hospital. ¡Cuidemos de las personas mayores de nuestra familia!