Jorge Santos

En buena medida, las personas que hoy forman parte del Pacto de Corruptos pertenecen a alguna de las elites de este que ha dado por llamarse país. Todos tienen apellidos rimbombantes y alegarán su procedencia de Europa, en particular de España en un esfuerzo de diferenciar y separarse de aquellos apellidos de procedencia mestiza y más aún indígena. Este hecho ha sido así a lo largo de toda nuestra vida republicana en la medida que el Estado guatemalteco ha sido creado al antojo de estas mismas elites, construido desde arriba, sin tomar en cuenta las aspiraciones democráticas y de vida digna de los sectores sociales y populares más desfavorecidos.

Es por ello que estas elites, que construyeron el Estado, son las responsables de que hoy seamos uno de los países de Latinoamérica con los peores indicadores socioeconómicos. Contamos con la peor tasa de escolaridad en Centroamérica, así como aportamos más de la mitad de personas con hambre en la región, alrededor del 50% de los y las niñas entre los 0 y 5 años sufren de desnutrición crónica; más de un millón y medio de familias no cuentan con una vivienda digna, son solo algunas muestras de los efectos en la cotidianidad de las grandes mayorías en el país. Estos hechos también son reflejo de un sistema político y de justicia, cooptado y organizado.

Si hemos evidenciado que esta forma de construir Estado es nociva para los intereses sociales, populares y ciudadanos, se hace necesario que seamos capaces de construir un Estado totalmente nuevo y para ello necesitamos profundizar, ampliar y consolidar la democracia en todos y cada uno de nuestros espacios. Esta construcción de un nuevo Estado implica la idea y las acciones desde la base comunitaria, donde los pueblos que habitan en Guatemala sean verdaderos sujetos políticos de su propia transformación. De esa cuenta, la emergencia actual de nuevos movimientos o el fortalecimiento de los de carácter histórico son la evidencia de ese proceso ascendente y no se detendrá hasta alcanzar su objetivo.

De ahí que lo vivido durante el 2015 forma parte del inicio de este proceso que debemos ampliar y consolidar. Sin lugar a dudas uno de los logros más importantes de esa mirada hacia la base comunitaria, lo representa el logro de recuperación de la Asociación de Estudiantes Universitarios “Oliverio Castañeda de León”, ya que fue un movimiento de estudiantes, desde el aula que desarrolla la posibilidad de esta retoma; pero también lo vemos en otras expresiones sociales y populares. Durante los últimos años, hemos sido testigos de la ampliación de los movimientos de Resistencia Pacífica a lo largo y ancho del país, pero también su articulación cada vez mayor.

Este proceso ha implicado e implicará alejarse de todas aquellas prácticas nocivas que el modelo construido desde las elites nos ha heredado y acercarnos a entendernos entre todos y todas, desprejuiciarnos del otro y la otra, destruir la misoginia y el machismo al seno de nuestras organizaciones, erradicar la corrupción y acciones impunes, democratizar y generar espacios inclusivos. Sólo así lograremos construir una nueva sociedad.

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