Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com

Como a todos nos consta en Guatemala abundan los bocones, término que en buen chapín lo utilizamos para denominar a quienes gustan de hablar mucho, de vivir lanzando bravatas, a los murmuradores, a quienes no guardan secretos y en especial a los politiqueros, quienes además de gustarles hacer todo lo anterior, viven prometiendo cuánta cosa les pueda servir para ganar adeptos. Los alcaldes, síndicos, concejales y sus serviles empleados son muy dados a ser bocones y esto no lo digo tanto por vivir lanzando amenazas o advertencias, sino porque se pintan para hablar bellezas de lo que va a ser el municipio o la ciudad del futuro, lo que al paso que vamos jamás vamos a poder ver.

Una de tantas promesas politiqueras que la mayoría ha visto con buenos ojos es la de poder caminar sin riesgos en las aceras, si es que los ingenieros y arquitectos no se les haya olvidado incluir en sus “modernos” pasos a desnivel, viaductos o calzadas, las que podrán darle alguna comodidad a los conductores de vehículos automotores, pero dejando en el olvido a los peatones, sin ponerse a pensar que hasta el más pintado conductor en el instante de poner el primer pie en el suelo, se transforma en un vulgar peatón, el más humilde e ignorado contribuyente que no puede disfrutar de muchas y adecuadas pasarelas, pasos peatonales o áreas para poder movilizarse a pie en nuestras atiborradas vías de comunicación.

En la “era moderna” de nuestra populosa ciudad hay lugares como el Centro Histórico y otras zonas como la cuatro, cinco, siete u once, solo para citar algunos ejemplos, en que el peatón debe bajarse forzosamente de las aceras por estar acaparadas con gente dedicada a la industria o comercio informal y por quienes les importa un pito la seguridad, la higiene y la limpieza, entre otros, los llamados indigentes, los mareros, los drogadictos y hasta los homosexuales ofreciendo sus servicios profesionales, situaciones que no ameritan ni siquiera una pizca de atención para aquel funcionario de Estado con rimbombante título de ser el encargado de prevenir delitos.

Como bien saben nuestros amables lectores, los espacios para nuestros comentarios son escasos y reducidos, por lo que les pido disculpas por haber citado en el presente tan solo unos cuantos ejemplos de la triste desgracia de ser peatón en Guatemala, sea porque tenemos que pasar todo el día en los sitios que se supone son de su exclusividad o quienes por la bendición de Dios solo lo hacemos ocasionalmente. Por ello permítanme hacer una pregunta: ¿tendremos también que acudir a la CICIG para no seguir dejando en el olvido a los peatones?

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