Eduardo Blandón

Puede que lo acontecido ayer sea un claro mensaje para las mafias enquistadas al amparo del poder público. Un simbolismo de fácil lectura que amedrente a los que ya delinquen o los que dudan en atreverse. Es posible, pero no podemos descartar también no sólo la testarudez del espíritu humano, sino la ambición y el gusto de la adrenalina que hace que algunos reincidan frescos, esperanzados en el triunfo de la impunidad en sus vidas.

La lucha por la justicia apenas empieza. El paso es mayúsculo, pero sigue ahora la continuidad. El esfuerzo por mantener la solidez en el intento de castigar a quienes se han burlado de la ley y han sido los artífices del saqueo del erario público. Persistir es tan importante como el paso valiente que se ha dado y solo puede hacerse si desde la sociedad civil se estimula a los operadores de justicia y obliga al sistema a ir hasta sus últimas consecuencias.

Se viene ahora la presión de los poderosos afectados, miembros de bandas criminales o francotiradores que lucharán por mantener no sólo su cuota de poder, sino las negociaciones que les permita la impunidad para salir con cara de mártires. Tan caraduras que algunos hasta pedirán resarcimiento por las faltas a su pretendida honradez. El campo de batalla no es fácil, hay muchos intereses en juego y protagonistas listos que aprovecharán las palancas que tengan a su favor.

No sería raro que en la lucha por salir airosos, incluso cedan algunos a la violencia, al juego mañoso que haga dudar a la opinión pública de sus latrocinios.  La lucha es total y se librará (ya se realiza) en todos los campos: desde el económico, la extorsión, la amenaza, hasta la compra de voluntades. Pasa también por la lucha ideológica, las universidades, iglesias y centros de investigación.

No es una lucha de buenos y malos, como pueda pensarse quizá ingenuamente. Es el combate librado para la conquista de la justicia. Es la búsqueda de un orden que permita el desarrollo de la ciudadanía en busca de dar pasos a una civilización armoniosa y de oportunidades. No es cosa de superioridad de unos sobre otros. Consiste en el interés por un estado distinto donde haya hospitales, viviendas, escuelas y posibilidades de alimentación. Una especie de cultura que privilegie a las mayorías y no solo al grupo de desvergonzados que hasta ahora han saqueado el país.

Filosofar de manera distinta, buscando conspiraciones o imaginando luchas, propias quizá de novelas negras, más allá del ejercicio que favorece las aptitudes literarias, no hace un favor al proyecto de mejores opciones para Guatemala. Más aún, sin quererlo quizá, esos discursos son propiciadores de confusión, abonando más al orden establecido que gestando la génesis por la alternativa que muchos deseamos.

Insistamos en continuar con valor y permitamos cada día actos que sean germen de una nueva sociedad. Sigamos de cerca el acontecer nacional y apoyemos a los que dan la cara en la búsqueda de  la justicia.

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