Jorge Santos

Recientemente la sociedad guatemalteca ha sido testiga de la capacidad que tiene el Pacto de Corruptos para insistir en sostener e imponer un modelo clientelar, corrupto, generador de privilegios y sin lugar a dudas violento y empobrecedor en el país. Si bien este Pacto le hemos visto una diversidad de rostros, hoy muestra su verdadera cara y está emergiendo la de aquellos que desde otros han operado políticamente en el escenario nacional.

Antes en 2012, 2013 y hasta en el 2014 vimos actuar a los primeros actores de esta mal lograda estrategia; pagados y comprados para ejercer una mediocre comparsa. Esto se suscitaba en la medida que eran ellos y ellas los que se estaban viendo sometidos por primera vez, en este reino de impunidad, a la justicia y empezaban a pagar con su libertad el mal generado históricamente. Hoy o más bien precisar que desde el 2015 son los actores de primera línea los que encabezan esta estrategia de impunidad y corrupción, pretendiendo imponer sobre la sociedad en transformación su manto de sangre, violencia, opresión y explotación. Hoy salen frente a la avanzada de la justicia y la transformación de la sociedad guatemalteca, los enemigos acérrimos de esta, los apellidos de las familias “bien” del país, los de abolengo colonial y déspota. Aquellos que se han enriquecido a costillas de hambrear a los pueblos de este país.

Acaso no es ahora que gracias al trabajo invaluable de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y el Ministerio Público, es que podemos ser testigos fieles de como aquello que era un secreto a voces, se transforma en realidad, al dimensionar la corrupción de estas familias que se habían construido para sí un verdadero paraíso, a través de la condena de la mayoría de la población. Ahora podemos ver frente a la justicia a los Arzú, a los Molina Botrán, a los Alejos, a los Leal y otros que antes se consideraban impunes y dueños absolutos de nuestra realidad. Ojalá que estos históricos hechos sean el comienzo de la transformación de nuestra sociedad, la que hoy está podrida y devastada por los herederos de la impunidad y los privilegios.

Para que esta labor –ardua y difícil– de romper la corrupción y la impunidad no es fácil y requiere de la participación activa de la sociedad, pero también requiere claridad para identificar a nuestros aliados en dicha lucha. Debemos de ser conscientes que en este caminar hemos tenido funcionarias y funcionarios de un talante único que merece repetirse. Apellidos como Paz y Paz, Escobar, Aldana, Sandoval, Gálvez, Barrios, Barrientos y muchos otros son los artífices de esta posibilidad y por ende merecen no sólo de nuestro reconocimiento, sino de nuestra defensa activa, frente a los poderes oscuros que hoy les acechan. Además y sin lugar a dudas, el Comisionado de la CICIG, el doctor Iván Velásquez ha sido por mucho el actor de una trama que transformará la sociedad guatemalteca, porque hoy somos quienes construimos presente y futuro contra aquellos que defienden atraso e impunidad.

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